lunes, 12 de noviembre de 2007

Sálvenme la vida

La verdadera infinitud del Universo
Existencia palpable sólo través de la supervivencia del hombre
como el sonido del árbol que cae, existente sólo si hay oído presente
Se retrata en los pulmones de niños, abuelas y amantes
Del alcalde y el campesino
De cada vecino

Muertos los dioses, destronados monarcas y salvadores
Son las manos microscópicas de héroes desconocidos
Niños chiquitos, señores ocupados, madres solitarias
Quienes tejiendo una galaxia comunitaria
me salvarán la vida

Redes de microbios, hormigas y abejas
Obreros del macroscosmos sideral
Reúnen a fuerza de abrazos
Una potencia mundial

Y parodiando el parafraseo de algún poeta, mejor que yo, les digo:
Esto no es un manifiesto socialista,
Sino una declaración ecologista,
Espiritual,
Y personal.

Sálvenle la vida…

A todos mis amigos

El otro sólo se dio cuenta solo

A veces en mi casa hay peleas, somos familia

Con mi mamá porque no sabe llamar algunas cosas por su nombre
.....Falta de conocimiento a veces, miramientos morales otras tantas
..........Mi mamá no sabe de ministros, ni de cybersexo, pobrecita
...............Yo no sé de hijos, más que serlo, y ese es un oficio malvado

...............Otras, es mi hermana el molotov de la discusión
..........Yo la tildo de todo lo que no me gusta tener en mí mismo
.....Ella es intolerante de lo que no está hecho a su medida
Virginidad e instinto paternal son los culpables

Y está mi hermano, tan lejos y tan cerca,
.....Siempre rivales, encontramos la fórmula para agotar las peleas,
..........Aún quedan gotas, pero ya no hay grandes reservas ni batallas
...............Usando lo mismo que causaba choque de trenes,
....................para construir puentes,
.........................sold out del éxito fraternal

Admirarnos

Ya no soy inmaduro, sino creativo
Dejó de ser materialista, es ambicioso
Me convertí en asesor, más que sabiondo
Él ahora es un líder, no alguien que quiere mandar

Eso no los dijimos a nosotros mismos
El otro sólo se dio cuenta solo

domingo, 30 de septiembre de 2007

Un poemita para ti V - copilota

No te me duermas, copilota
Te necesito despierta, para cuándo yo tenga sueño.

Avísame si puedo meterme aquí,
dónde yo no veo tú ves.

Ponte el cinturón, copilota,
no quiero que nos pase nada,
y alguno de los dos siga en el viaje solo.

Hasta en el cielo quiero quie me acompañes.

Y si no me lo he ganado aún, hoy mismo empiezo con eso.

Yo manejaré con cuidado,
no beberé si tengo que hacerlo,
dormiré bien antes de cada viaje,
y hasta aceptaré cuándo te duermas.

Eso si, copilota.
Nunca dejes de serlo.
Mira que solo no quiero seguir,
menos después de encontrarte.

Tú eres la mejor copilota, la única que lo ha sido,
me avisas cuándo cruzar y haces que quiera, por fin,
aprender, además de a manejar, a volar.
Abramos las alas, copilota.
Tampoco sé aún bailar.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Confesionario de un poeta triste - VIII

Soy el Agua.

Lágrimas que bañan tus mejillas, tus sentimientos.
Agua lluviosa que moja tus ya cansados pensamientos.
Claro estanque, donde se sumerge tu alma, donde flotan las hojas,
Hojas del otoño, recuerdos que no atesoro,
que ruego al Viento llevar consigo.

Aquel destello suave que penetra en tus oídos sordos de sinfonías a Júpiter. Deseando en lenguas latinas que todo haya pasado ya: que la tenebrosa niebla del Miedo pereciera como muere ante la Luz del Sol, al encontrarse con mi mirada, con mi presencia, con tu cuerpo.

Estás llena de duendes que cantan, que vanaglorian frutos del manzano que no han sido probados aún, verdes asesinatos, mentiras ahogadas en un lago sin agua: lleno de pantano y remordimientos, verdades nunca dichas y despedidas secretas e inconclusas.

Preceptos, convicciones y prejuicios: hipócritas hipótesis humanas de lo falso, de la intrascendencia de su naturaleza mental. Jardín despoblado de rosas, de jacintos, de árboles de nísperos, apenas hay conceptos, teorías y fundamentos, grises filosofías metálicas, que no brillan; opacas placas de cristal negro que absorben luz, que brillan en la oscuridad, que sollozan entre las sombras blancas, entre bastidores.

Me encuentro abandonado y triste otra vez, con una tristeza que llevo en el alma, que no muere, que no tiende a desaparecer, una tristeza infinita. Tristeza por ti, por verte morir, por verte partir, por verte alejarte de mí. Una tristeza que me arrastra a la soledad de las multitudes, a una soledad a gritos, a soledad de arte y profesión. Solitario entre cuerpos desnudos que nunca presencia, sabores que nunca probé, pero deseé cuando te tuve.

Mirar las estrellas, escribir poemas, llorar entre los charcos, nadar en las galaxias, son esas mis ocupaciones. Alucinar donde estás, gemir por tu ausencia. Soy tu poeta, vida mía, entre el cese de la respiración y el embarazo, se efectúa la más grande hazaña, la gran tarea que pocos saben cumplir: Vivir.

Soy el Agua. Sollozos que rompen en lágrimas. Hay lluvia en mi alma.

Soy la emoción que hace temblar las manos, que sonroja las miradas, que nubla los sollozos. Desborda la marea de tus ojos, húndete en tus sueños, despréndete de tu carne, vuela suavemente entre estatuas plateadas, en oníricas suposiciones personales, observa las rosadas esferas del aire, mira mi cuerpo sutilísimo, olvida mi concepto, y es así que respirarás mi esencia.

martes, 28 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - VII

Nota: El Confesionario... fue escrito por mí hace casi 12 años, cuándo rondaba los 18. Por tanto, son versos rebeldes, llenos de rabia e inmadurez, con serias dudas existenciales y curiosidad espiritual mal alimentado, aún así, son testimonio de un camino, tómenlo así.

No creo en la familia.
No creo en mis padres.
Los hijos no creen en sus padres.

Mi padre tiene razón en tantas cosas,
Como en las que esta terriblemente equivocado,
Al igual que en un espejo, admiro los detalles que muy bien están,
Y noto con atención, los que están inversos,
los que debo tener al revés.

Aunque en supraterrenal preexistencia
debí seleccionar quien me procreara,
y aunque bien sabido es,
que son los justos que debo tener.
Lidiando con los aspectos que me harían estallar,
Sé que algo no anda bien. No creo en los padres.

El antiquísimo autor de la obra familiar, no debió estar tan loco,
Ni tan ebrio, ni siquiera tan equivocado.
Pero el montaje en escena es defectuoso,
los directores no han sido sino un grupo de charlatanes,
de improvisados y ociosos intelectualoides.
Androides que creen tener ideas,
Pinochos que nunca llegan a humanos,
marionetas con problemas existenciales.

Los papeles fueron mal dados, y como en la Guerra del Ajedrez,
El rey se mueve muy poco, y es poco eficaz,
aunque aún así sigue siendo el más importante,
los pequeños peones son sacrificados en el campo,
y algunos pocos logran realizarse,
llegando a ser grandes torres o jinetes,
alguno hasta logrará el Poder de la deseada Reina,
del Mundo de los Dos Colores.

Aquel monarca desdichado para las estrategias lo ordena todo,
sin embargo, en su defecto, no habría cabida de tal juego,
eso es, ¿juego de la vida, acaso? ¿es la vida un ¡juego!?.

Nunca dictan las reglas de éste.

Por petición unánime y desesperada,
explico donde queda la escuela para padres:
Allí donde les molestaba el grito, la injusticia,
la palabra que faltó, la incomprensión,
En la promesa que en tu hogar eso no pasaría,
En que no fallará esa madre que no existió,
En que no se irá de casa el padre.
En que se amarán.

Queridos hijos de la Tierra:

Es su deber no creer en sus padres, refutar lo que dicen,
Desear y añorar en sueños juveniles cambiar el mundo,
De nuevo, si es necesario, claro está.

Pues, han sido ustedes quienes han volcado este verdiazul hogar planetario, quienes han provocado la palabra Historia, quienes han desechado, por la inconformidad de los hijos, por la sociedad, por los valores de los padres, el ambiente que les rodea.

Es que hemos evolucionado,
es que ya no somos lo que éramos antes,
No pregono la felicidad gracias al progreso,
Y admito los grandes errores humanos,
Ya Cristo murió en la Cruz.

Asesinemos entonces, los fósiles de nuestra sociedad,
Pues así, cumpliremos con la profecía,
Y sea bueno o malo, actuaremos por la evolución del Mundo,
Cambiaremos.

Aunque crucifiquemos otra vez a nuestro nuevo Mesías.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Un poemita para ti IV - Poetisa

Hay dos formas de enamorarse
De cualquier mujer y de una poetisa

La que le duele la muñeca, y el alma, de escribir y soñar, tantas veces,
te arrulla y te araña con su femineidad espiritual, espirituosa,
Seduciéndote con la mirada perdida en tus ojos,
en las estrellas, en el universo creado

Por eso te admira, se regaña, insegura en tus fortalezas,
Indómita en su refugio, se admira, te regaña

Cansado el camino de tanto ser pisado, se abandona a tu suerte,
Y tú, sabio de malas rachas, de batallas perdidas,
Aprendes más a ser como éste, y como ella,
Siendo mucho menos como eras tú,
Ahora como son ambos, juntos

Y se hacen uno, camino y tú, tu nombre y el de ella,
Como pasos, vasos, besos, versos,
Se crean, se transforman
Sellan, atan, fusionan
Sin versos, sólo hay besos, ardientes pero moribundos
Terminan enfriándose como las monedas,
Relucientes objetos un momento
Inútiles estorbos metálicos
El resto del tiempo

Yo me enamoré de una poetisa,
Que no lo he dicho todavía,
Que versa y que besa,
Formidablemente

sábado, 11 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - VI

¿Creo en el amor?
Y no hablo de la irrefutable e inagotable energía.
Que todo lo posee. Que todo lo crea y en que todo está.

Hablo del amor salpicado, del amor seductor y engañoso,
El que besa y acaricia sin ninguna misericordia, ese que duele,
Que traiciona, el que mata y hace asesinar.

Amo con un amor que dura para siempre en el instante en que existe,
Amo para siempre segundo a segundo, en un eterno presente de cariño,
No hay nada de malo en ello, pues entrego mis ilusiones completas,
Toda mi devoción, pues suelo aburrirme y en otro par de piernas,
Fácilmente fijar mi atención, y quise ser libre y no tenerte.

A nadie.

Aunque mis manos y mis hombros están llenos de ti,
Tu perfume me invade dondequiera, en inimaginables rincones,
Allí se encuentra, como serpiente pendenciera acechando,
Esperando que des la espalda para sonar su insensato cascabel.

Yo odio los recuerdos, y no fabrico ningún tipo de alfombra con ellos,
Donde me pueda tender en molestias, en amarguras, en lo que pudo haber pasado.

Pero es que no puedo olvidarte, incesantemente y sin desearlo,
Pienso en ti, me obsesiono y es para mi mente, mi arte, mi creación.
No es el cumplir de pensarte, es la obligación involuntaria,
Y divina, de hacerlo. Tu imagen aparece ante mí,
En inconsciente invocación.

Afortunadamente, te extraño,
A cada momento mucho más, siendo más desesperante,
Cada vez que respiro, no hacerlo a tu lado.

Pero no creo en amores ni promesas, osadas, atrevidas,
Como panteras en busca de inocentes y débiles presas.

Mi día a día es de entrega, de enseñarte lo mejor,
De temor de perderte, que tu horizonte ya no se dibuje a mi lado.
Que pudieses voltear tu rostro en busca de algo más.
Temo esto porque yo mismo he creado estos miedos,
Yo mismo los he cumplido, yo he prometido y hecho llorar.

He sido despiadado, con látigos de desprecio e ingratitud,
Incomprensión por elevadas polémicas, por imposibles charlas.
Y he abandonado, dejado y echado a un lado,
Luego de haberme entregado de espíritu en mis hazañas.

Mis amores son de arte, esculturas perfeccionadas,
Pinturas majestuosas, que tienen toda mi pasión,
Pero siempre pueden ser mejores, y las admiro diariamente,
Como a las flores y las hago arder con mis rayos de Rey Sol,
Cuando dejan de emocionarme.

He maldecido al amor, y profanado su nombre por frustración,
Pero no puedo evitar amar por siempre, amar y amar,
Sin restricciones, sin inhibiciones, sin traumas,
Amar amando,
Y desear complacer, satisfacer,
Amar más, y que el solo hecho me haga feliz.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - V

Lluvia recién caída, restos llenos de neblina y tristeza,
de vapores que se levantan, como fantasmas insatisfechos,
atmosférica frialdad, donde la humedad penetra en sí misma.

Antes de la tormenta, todo es apacible, como antes de una catástrofe,
Un silencio mínimo, que perdura en el tiempo y tarda sólo un segundo.
El momento sublime antes de una explosión, un aguantar de lagrimas,
Un sonrojo de Natura, un capricho de Malvados Dioses Estratosféricos.

El torrente celestial durante la tormenta, cascada invisible,
Azota acariciando, casi seduciendo los terrenos, las planicies,
Las praderas de nuestros ojos, arrastrándolo todo, limpiándolo.

Y pareciese por siempre, el llorar de las nubes y
El deshacerse del Universo,
E imposible imaginar,
Que el Aguador fuese a detener su labor.

Y no hay luz alguna, ni durante la suave llovizna,
Que nos hiciese pensar en el fin de tan feroz animal de montaña,
Que se desliza sobre estas, rasguñándolas con poderosas garras,
Derramándose hasta los valles.

El Mundo se acaba en cada lluvia que cae.

Y su pesadumbre huele a soledad, a desesperanza:
A vida en dos colores. A quejumbroso final.

Y es que tan negras se ven esas nubes,
tan poderosas las lanzas de Júpiter,
Aquellas estruendosas gacelas resplandecientes,
Que zumbando estrepitosamente parecen agrietar El Cielo.
Como preparando la venida de los 4 nunca esperados Jinetes.

Llorar con la lluvia es lo único se me ocurre,
o sentarme a meditar, en su lugar.

Añoro pues, la húmeda ansiedad, la depresión compañera,
Tu lejanía de entonces, la sordera de mis gritos, lo inútil de aquello.
Y corro, sudando lluvia, explorando el frío y el temor,
Para encontrarte bajo las sombras de todas las lunas de agua.
Y justo allí, estampar sobre tu boscosa voz, en tu aliento de avellanas,
Un recuerdo y un beso, una lagrima, algo que no sea lluvia.

Después de la tormenta, ya todo es nostalgia,
Olvidado el naufragio, el naufrago pierde toda su esencia,
Ensimismado, dentro de un vacío abismal.
Cuestionándose la existencia, su naturaleza derivada,
Su romance inmortal.

Y se reencuentra, volcándose hacia sí mismo,
Haciendo el Universo girar en torno a él,
Salvándose.

Lluvia, Señora mía, deva de mis poemas delirantes,
Fuente eterna de inspiración divina, cósmica, celestial,
Eres tú quien conoces el goteo sobre mis mejillas,
La confesión bajo tu ruidosa caída, mi rabia contenida,
Gritada bajo tus cortinas, eres quien pues, sabe del alma mía.

Allá en suaves y recónditos rincones de mis viajes,
Permaneces escondida, esperando la sagrada invocación,
Esa invitación de licores, de festejos, de una nueva emoción.

Llegas sin aviso, destruyes sin permiso,
Vienes y te vas, tan efímera y constante,
Eres moribunda y frágil, como la vida, como las flores,
Perpetua y predecible, como la existencia, como las semillas.

Pertenezco a tu reino de inocuidad, tú Duquesa de la Frialdad,
Reflejas las emociones humanas, fornidas armaduras de puro metal,
Con cuerpos vacuos, de aires hondos que habitan en tu interior.

Te adoro frente al sol, asustando su luz,
Deprimes hasta al aire, y envejeces el paisaje,
Pintor Rechazado que no sabe sino usar el azul, el negro y los grises.

Eres un lago azul volteado boca abajo,
Vomitándose a sí mismo, pues.

domingo, 5 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - IV

La muerte puede ser tan sensual...
tal toma de posesión de la nada sobre mis cenizas,
deja en mi alma una extraña mezcla de deseo y estupor.

Ojalá estén ustedes allí para verme morir,
Ojalá algunos de ustedes muriesen también con mi reloj,
Cuando la cadavérica presencia engañándose junto al tiempo
pretenda llevarme, no sé a cual posible lugar, ni en que momento,
Del que ya, yo no pueda regresar.

No existe el cielo, ni existe el infierno,
¿Acaso me llevará al vacío, al Nirvana?
¿O me mirará directamente, tratando de intimidarme, engañarme?,
¿Desilusionada partirá, vencida, haciéndome inmortal,
por mi descreimiento absoluto, por mi nihilismo asqueroso y total?

Cuanto menos te importa la vida, más cerca estás de no morir nunca.
Sería divertido, y hasta fantasioso ver la muerte con cierta alegría.

Así lo hago yo, ¿por qué mis amores, apreciados amigos de la vida,
No pueden disfrutar, justo como lo hago yo, de tan importante paso?,

Del final de un torcido boulevard, al paseo de la existencia eterna,
Una espiral, un molino, un torbellino, una curva cerrada de nunca acabar,
un asomo y aviso de la verdadera vida.

Acostado al lado del silencio, jugueteo con Ella, temo su hora,
Pasado, presente y futuro inexistentes, ilusión dibujada en minuteros.

Eres invierno de los sentidos, cese del pensamiento,
Resguardo de la ínfima emoción, bruja del miedo,
Inevitablemente creo poemas otoñales inscritos sobre tus ropajes.

Decadentes e inconclusas frases de hojas amarillentas,
Cortezas mutiladas por un viento que olvidó como cantar en soprano,
Ríen los demonios ante la llegada del invierno, estúpidos inconscientes,
No reconocen la Rueca del Destino, las 4 estaciones,
el Resurgir de una próxima e indetenible Primavera,
la noche tras el día que muere incesante, sin suerte ni casualidad,
sin calamidad, pura y absoluta Ley.

Trata entonces, de encontrarla, búscala sin misericordia.
Reconocerla esta fuera de ti. Existirás hasta que ella te recuerde, mientras tanto,
Descansa en paz, querida.

viernes, 3 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - III

No es más que Oscuridad,
Oscuridad Mística es lo que hay dentro de mí,
De mis eternos anillos, que resuenan entre mis dedos.

Al alba, ya soy maligno, y mi sangre hierve, congelando mi
Duro y negro corazón repentino, viajero y emotivo.

Son las vestiduras de mis aves, las que guardando silencio,
Prefieren simular que han muerto, como un valle sin río.

Y olvido la bondad, ya no hay nada que perder, como soga al cuello,
la personalidad es lava ardiente, y su trazado de pluma salvaje, de genio loco, trastoca la ilusión, y caigo en mis propios trucos, en mi propia trampa de seducción, de hipnosis colectiva, de tratar de no ser visto y mirar.

Para entonces, ya muchas historias se han contado acerca de mí e
Invoco las energías y un esoterismo secreto, un ritual de magia.
El olor de la soledad es muy gris ya, sobre todo en esta hora,
Donde nos sumimos en un mar, y en la orilla nos encontramos, de nuevo,
Todos, pero ajenos unos de otros.
No existe ya una tercera mano que abrace nuestra otra vista,
Nuestro otro ojo...

Y abrazamos, buscándola.

Me reconcilio con mi naturaleza escondida,
Y es otra cosa, detrás de las pesadas y húmedas cortinas,
Mi sentir oscuro, lágrimas de rocío, desdicha eterna y temporal
Durante la época de la Luna, en la Era de La Noche,
Es mi flor nocturna la que vuela, encerrándose en sus pétalos.

Lirios blancos, amarillos jacintos, flotando sobre claras aguas,
Se deshacen, se caen sus espinas,
y simplemente deseo una mujer boca abajo,
Muerta sobre el lago, sangre brotando desde su boca, mientras yace
Pálida sobre la tumba acuosa, queriendo ser vista, festejada.

Confesionario de un poeta triste - II

Desayuné con odio, mezclado con un poco de ambición,
Así comencé un nuevo día, un pedazo de torta de amargura
Acompaña una infusión de hierbas salvadoras, concentradas,
En no sé qué proyecto interesante de proyección espacial.

Duermo muy poco, y las semillas del poder parecen suficientes
Para alimentarme en aquellas mañanas llenas de arte en que...
Es ansiedad lo que siento, ganas de ser transformado
En la arena, en una escultura, en un collage de emoción,
En el pensamiento de un niño, asesorado por un anciano,
Que sabe de mí, pero no lo recuerda muy bien, o no lo recuerdo yo.

Me acostaría con todas las emociones, con entusiasmo de engañarlas.
Les haría el amor de la mejor manera, sin permitirles sospechar,
sin que ni siquiera lo piensen.

No sobraría nada, todo serian excesos y más excesos con ellas
¿Acaso algo falta en mi poesía, que les haría llorar y reír,
sin parar, sin aprisionarme, sin exigirme más?

jueves, 2 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - I

I

Porque la filosofía es...
me prohíbo ver los incendios mortuorios del sol,
los crepúsculos, negados aún, vuelan emigrando,
pues tormentas invernales de mi cosmos resignado,
frotan como a sutil manzana, con ocio, con deseo perverso,
su suave piel, mi camino en venganza de la maldad irracional.

Es deber mío, pues, cerrar mis ojos alternando.
Soñar con olas en los más insólitos momentos de meditación
Prepararme para cobijarlos sin piedad, para cometer masacres
De pasión, horror con hijos, temores casados y divorciados de Dios

Y es menester de las auras nocturnas, de devas desconocidas,
El seducirme, el engañarme, y volcar mi mente en frascos virtuales,
Pues cuando ya casi, veo la luz, y olvido mi sed de sangre
Los ojos de Aurora, abriendo la ventana del Olimpo, se asoman
Cuando ya casi veo el amanecer, los dorados e incendiarios cabellos
Explotan en mi cabeza, los siento apoderarse de mí.
Un orgasmo de belleza infinita, el sueño me vence,
Y las celdas de mis pestañas me desvanecen la vista,
Y me duermo, sin ver el amanecer.
Porque la filosofía es...

miércoles, 1 de agosto de 2007

Un poemita para ti III - Me presento

Esta bien, vamos a jugar a que no nos queremos,
Ni nos poseemos, ni sabemos, quizás ni nos conocemos.
¡Hey! No es una fantasía erótica, no me quiero disfrazar de nada.

Es que yo quiero que sepas que yo si soy poeta –o lo sueño-.
Es para que sonrías, para que te unas a mi ejército de protegidos.
Para que luego ni me grites ni me mires de soslayo, molesta,
quiero que sepas que vivo de vino, de libros, e inspirado,
en tus caderas, en tu ombligo, que aún no conozco.

Perseguido por pensamientos de muerte y recuerdos de mis amigos.
Jugando a la ruleta rusa con la psicología de los demás.
Volcán de celos, de duelos, de ensañamientos.
Jugador compulsivo de tus besos.
Corrector, colector de versos.
Viejito chiquitico.
Niño sexual.
Necio.

Ahora te toca a ti. Dime que no me quieres…

miércoles, 25 de julio de 2007

Un poemita para ti II - Cancionero

Giro mis ojos, tratando de calmar las manos, nerviosas,
parar las ganas que tengo de quedarme callado,
y que tú tampoco digas más nada,
Y mis manos te encuentren,
Extasiada en el silencio,
De nuestros besos.

Mujer, déjame tocarte, poco a poco,
Las tonadas que del corazón me brotan como letras,
Déjame llenarte de la alegría que me regalas, sonrisa de niña.
Encontrarme perdido en tus ojos claros,
Alegres, ligeritos de carga pero llenitos,
de buenas noticias para mí.

Esto que ya parece un tango, una serenata,
es apenas un mínimo esbozo, un dibujito en la arena,
torpeza de la literatura, -mucho más mía- que no tenga adverbios,
para poder decirlo todo, y me quedo, mudo, expectante,
Queriéndote decir te quiero.

domingo, 22 de julio de 2007

Hasta luego, amigo

¿Y a dónde nos vamos los dos?
¿A dónde quiero ir con voz/vos?
A cantar una canción que diga,
Hasta luego, amigo.

miércoles, 18 de julio de 2007

Un poemita para ti

Yo ya no me quiero ir,
nada de decir adiós,
ni cerrar la puerta,
ni estar dónde tú no estés.

Como soy tan malo para decir hola,
y tú lo haces todo muy bien, prefiero decirte: me quedo.
Enamorado de tu sonrisa, diré: he llegado y no me moveré.
Quieto, callado, casi ilegal, pero definitivamente, feliz.

¡Qué va!
Aquí no viene ninguna sorpresa ni rareza,
No es un sueño, ni estoy muerto, ni hay otras interpretaciones.
Aquí está un pequeño poemita, para ti.
Una declaración de necedad: no me importa, ya soy tuyo.

Envuelto en esos abrazos tan llenos de besos,
con tus ojos tan llenos de destellos,
tus cabellos envueltos en mis dedos,
me acurruco allí, donde tanto me gusta,
el cuenco divino de tu cuello.

martes, 10 de julio de 2007

Error de estilo

Amar a alguien igual que tú es un error. De estilo, de rumbo. Hasta de rumba.

Tú te pesas, te miras al espejo, juras no hacerlo más: cambiarás tu universo de nuevo el lunes. Prometes sin miedo y te dices: ¡basta ya!, por enésima vez te crees capaz. Como un eco escucharás que tu amante te dice: vente a la cama, prende un cigarro, apenas es domingo. Yo mañana empiezo contigo.

Tú, aburrido, cansado y mendigo, arropado por gélido frío. Tímido y fantasioso, con ganas de comerte al mundo, sino no te diera miedo, y fastidio. Pasivo, dormido, tranquilo. Congelado por el huracán invisible de tu par conformista, que ni grita ni inventa. Así estamos mejor, te remata y bosteza.

Tú amas, te ama, se aman y a sus fantasmas. No temen decir en el cine, comiendo, mirando tranquilos: mira qué bella, mira qué fuerte. Elevan a dioses y sirenas sus fantasías, comparten sus juegos que les dan risa. Siempre hay quién tienta, piensan posesivos y celosos, siendo incapaces de dejar al alcance del otro la agenda.

Para cara roto hay un descocido, dicen las viejitas. Los extremos se tocan, dicen los poetas.

No hacemos caso: el exagerado y la submarinista. El guerrillero, la espía. Se junta un cobarde con una boca floja. Se casan dos cansados amantes, hartos de segundas vidas. Me enamoro yo de ti, lava ardiente, un hombre que no tiene nada de nieve.

Esclavos y adictos de la aes, las tildes, las comas, el arte de amarte; les damos a las palabras formas de nubes deformes. Gramática y sintaxis, una pareja que engaña, envuelve, destroza. Soldados de punto y coma. Sordos de rápidos dedos. Gente de suposiciones, chismes, inconformes informaciones, medias verdades, que recojen frases que no son para sí. Quienes recuerdan con grabadora lo que les dicen los otros, y lo clavan como espada, al olvidarlo el autor. Personas que todo lo dicen, y nada hacen fuera de eso. Escriben mientras otros viven.

Y con escribir, creíste enmendar lo que hiciste.

Todo un error, que derrumba.

Pasará la resaca, recogerán los escombros.
Seguiré mi camino, juraré no volverte a ver.

sábado, 7 de julio de 2007

Así lo soñé (así lo escribí)

Siempre sucede lo mismo. La situación se repite una y otra vez. Cada vez que tu alma elige una nueva vida, otro destino, un cuerpo renovado, padres, karmas, nombre. Tú, luego de años de supervivencia emocional y psíquica, te reencuentras con la hermana mejor de un gran amigo de la infancia.

Ella que era tan sólo una niña, ahora es una mujer y mucho más. Te ve con ojos de amor inmaduro, de fantasía prohibida, de “qué bonito” que esto sea tan triste. Un hembra en las inconfundibles vibraciones de sus escondrijos mentales. Sin querer nos volvimos a ver, en una de esas visitas obligadas de la familia, y ella muy amablemente sacó unas sillas para que nos sentáramos a hablar.

Al mismo tiempo tímida, insegura, con sus largos cabellos bien peinados, sencilla, como si fuese pequeñita toda la vida y tú no te quedaras viéndole las hermosas tetas ni pidieras agua para verla parada, esplendorosa pero con ganas de sudar de placer, hablábamos sonriendo, divertidos por la casualidad, felices de este comienzo tan inesperado.

Lo soñé tan vívidamente que no tuve tiempo de deprimirme porque un amor así de cósmico, imposible y ensoñado, sucediese efectivamente en mis sábanas pero en la soledad de mi cuerpo, aislado sobre mi cama en la inconsciencia de la alucinación inconsciente.

Difuminada en su blanco vestido, confundida con la limpieza de las paredes de su casa, ella parecía ser menos carnal que otras personas, brillando de pureza, cualquiera que ésta fuese. Durante nuestra conversación evitaba verme directamente así como distraerse, sonriendo y diciéndome con los ojos, sus ganas de un pequeño beso, alegre por que la vida nos fuese tan bondadosa, queriendo escuchar el porqué mis padres se divorciaron y contarme el porqué los suyos.

La intenté besar entonces, y ladeó su rostro –también tímidamente, muy humilde-, molestándome por mi desesperación y torpeza de solitario, pero ella sonrío y dijo: hablemos.

Con todas las fotografías que guardó para que no me perdiese –si es que efectivamente yo era quién ella esperaba, su Mesías en el reino de su amor-, su vida, su adolescencia, su evolución, me enseñó también la foto de Juan Carlos, su hermano, para que la recordase plenamente en ese mínimo instante que nos vimos en una visita a su casa. Nombre y apellidos: Josny Parra. Allí la vi con Su cabello castaño y lentes de pasta, siempre sonriendo y diciendo: estaba sola.

Y no me importó no recordarla, porque mi sueño fue tan real que cuándo pregunté por Juan Carlos –que si lo recuerdo en mi vida lúcida y real-, no entendí sus palabras y pedí que me repitiera, de nuevo me perdí lo que dijo y no insistí más. Me interesó sólo el hecho –mental por supuesto- de encontrar el momento perfecto para tomar su blanquísima cara y encontrar una forma de unir –como hasta ahora había sido imposible- nuestros labios.

Y ahora si lo fue. Un pequeñísimo beso que ella me dio, con su boca cerradita, rosada y cercana. Un beso para luego despertar sin saber más de ella.

Así lo escribí.

Crimen sin víctima

¿Cómo se puede escribir con todos estos ruidos sordos alrededor del centro de mi universo? Yo, que juré que moriría bañado en mi tinta, he aprendido a ser pulpo para resolverme un montón de problemas, construyendo millones de autopistas para entenderme, para llegar hasta dónde ahora mismo estoy. El castigo es la poesía.

Por eso, lo que no sé aún es sumergirme dentro de mi cerebro cuándo todos me están mirando. Cuándo la boca de la amante, extasiada quiere volver a alcanzar tu erección y tú ya te distraes con cualquier punto en la pared.

¿Será quizás que la poesía se agota en la miseria de la cotidianeidad? ¿Será verdad que el día a día, oxida, retracta, dobla? ¿Si se sufre, porqué no es tan fácil ahora desbordarse etílicamente en figuras de todos colores, en olores inmortales, en dolores imponentes?

La pantalla del televisor: gritando. Y es imposible saber si alguien la ve, la observa, la entiende. Por eso mejor traigan samba, mariachi, salsa. Tambores de todas las islas, y un montón de otras cosas que suenen de todas formas. Llévate de mí este mundo, que tan callado está, con sus insoportables formas de hablar.

Hay innumerables cosas indeseables y peligrosas, grotescas y comunes, aburridamente personales que no podría contarte, increíblemente, quién se desnuda en adverbios, amante de las palabras largas, de los idiomas que no habla, desprecio de las culturas desconocidas. De nada serviría, no nos interesan. A menos que quieras escucharme para esperar el mejor momento para un beso.

¿Me saldrá un verso de esta forma? Llevo hasta aquí casi dos docenas de líneas, y lleno de vacíos, de lucecitas oscuras, de lógica femenina e inteligencia militar, tengo que decir, me rindo. Esta noche no hay poesía, lo que hay es desconcierto.

¿Quién no hay tenido días así en su vida?

Fuiste tú mi accidente afortunado, con quién quise jugar al amor libre, la apuesta segura. Te engañé, enamorándome, actuando con toda la naturalidad del experimentado amante, nervioso, inquieto. Yo no te vi venir, y tú abriste las piernas sonriendo, sin saber lo que –aún- estabas haciendo.

Quise borrarte de mis líneas, siendo pluma y papel, libro largamente deseado. Lo hice todo por ti, cosas que por nadie más, y te golpeé de formas que no lo haría ni con el traidor de mi padre. Y tú, que tan sólo fuiste todo lo que poderosamente eres, sirena de fuego, aurora secreta, nieve morena, eterno amor, me atrapaste en tu trampa involuntaria.

Por que siempre fuiste apenas un oxímoron.

¿Quién no ha tenido una vida así, a través de sus días?

viernes, 6 de julio de 2007

La peor parte (para mis amigos)

Debo admitir que la peor parte de morir es perder a los amigos. Yo, quien he pensado en lo cercana que puede ser la muerte de cualquiera de nosotros y de quienes amamos, me he imaginado fuera de mi cuerpo, viendo mi ataúd descender a las oscuridades de la sepultura, y junto a ustedes alargar mi cara hasta derramarme sobre los charcos que la lluvia ha formado y que no logra que ni uno de ustedes se mueva.

En mi funeral, mis amigos, imagino canciones, dibujos, poemas. Yo quiero un montón de guitarras sonando pero no canciones tristes. No quiero escuchar versos lamentando que no haya vivido más. Quiero verme dibujado como siempre, sonriendo, ebrio, hablando a gritos.

Quiero que me lancen sus discos, sus libros, sus logros. Díganme que la vida los llevo por caminos inesperados, desesperados, pedregosos e insanos, que se divirtieron, que se fueron y vivieron, que tomaron aviones, barcos, trenes, autobuses, caminos terribles, bicicletas rotas. Que fracasaron y triunfaron, que se tomaron la vida con todo su sabor, aprendiendo primeros auxilios para lágrimas, reconstrucción de almas, invisibilidad y telepatía.

Cuéntenles de mí a sus hijos e hijas, esos que estudian en la Universidad, a los que nunca más vieron, a los del divorcio, a los que se quedaron con ganas de amar más, a los que trabajan junto a ustedes. Saluden de mi parte a sus novios, novias, esposas, esposos, amantes, parejas escondidas, compañeros de celda, de hospital, de trabajo. Saluden a sus alumnos, y sus empleados, a los colegas y a los extranjeros.

¿Qué cosa puede ser el traspasar el umbral de esta vida que conocemos?¿Qué otra existencia nos persigue hora a hora, minuto y segundo, negándonos la inmortalidad humana?¿Hacia dónde batirán mis alas, navegarán mis escamas, correrán mis patas cuándo atraviese las puertas que se abren tras cerrar mis ojos, tantas noches practicado en sueños, sino hacia la oscuridad eterna, una nueva vida, el Nirvana, los paraísos celestiales, algún purgatorio criminal o el punzante infierno?

Como no lo puedo responder, sin tener que degollarme la mirada y ahogarme los sueños, y difícilmente me creo a mí mismo como un posible fantasma y además, con capacidad para volver, prefiero seguir sirviendo las copas, haciendo los chistes y escribiendo sobre sus vidas y lo que la mía implica. Escribir, escribir y escribir, más de lo que hasta ahora he hecho, para que ustedes se queden –ahora- con la mejor parte: vivir, vivir, vivir y déjenme a mí tranquilo, morir desangrado en letras.

En el río Ganges (la boca del diablo)

En el río Ganges me soñé bañándome, lavándome en sus aguas.

Testimonios recogidos en todo el mundo hablan del sabor de los besos del diablo. Sin metáforas necesarias ni sexualidad sugerente, estos besos no son vicios o pecados, festines de comida y licor ni bellísimas vampiresas. Un ósculo demoníaco no es tampoco alguna alucinación abrasiva con terribles consecuencias para la mente. Un beso del diablo es, cómo ya se ha explicado entonces, la boca de Satanás depositada por breves segundos sobre tus labios. Y su sabor, la del pan recién horneado.

Yo una vez soñé con esa caricia infernal, despertándome al día siguiente con un marcado sabor a vino sagrado en mi boca. Era un gusto extraño como culposo y mágico al mismo tiempo. Un enigma que jamás pude descifrar totalmente. Tan divino y prohibido como haber tocado con la punta de los dedos la espalda de la mujer ajena, quién temblando desnuda a tu lado, te recuerda que te debes ir, antes que llegue él.

Tu boca, celestial, está muy lejos de eso que yo sentí. Aunque tu cuello me huela a pan. Aunque con ese libro que nunca leíste, de Neruda, me hayas obsequiado al mismo tiempo tu cuerpo. Yo, una rosa, una manzana, una carta y un secreto, escondidos entre mis sábanas, que ese día no tocamos por falta de tiempo, por culpa de tener universos desencontrados y despedidas reservadas.

Ninguna de ella podía ser mía, porque yo debía decir adiós. Debía probar los besos del diablo.

lunes, 2 de julio de 2007

No te quiero, porque me quieres (Quien quiero no me quiere)

Ella lo ama, está segura. Quiere amarlo, está cansada de su virginidad. Está cansada de no ser dueña de un cuerpo ajeno, y tampoco serlo completamente de aquél con que nació. Siempre ha dicho que no, que no y mil veces no, a tantas promesas, ganas y deseos, y sus noches son tan largas como sus dedos, oscuridad con labios entrelazados entre si mismos, suspirando, añorando un amor profundo y explosivo. Tanto que sería vulgar contar lo que hace secretamente. Un amor que la llene de alegría, en el corazón y todo lo demás.

A Eduardo le gusta muchísima su vecina. Ella tiene apenas 15 años, y él, 18. Parece que no está bien, le han dicho algunos. A ella, Adriana, le gusta el hermano mayor de él, Ernesto. El más grande se ha aprovechado de eso, y lo que el menor cree que está mal ya son talones que se encuentran en decenas de ángulos -como besándose también- en su propia cama, cuándo se va a jugar béisbol.

Dejando su bate a su lado, Eduardo se tiende sobre el campo, después del entrenamiento y ve las nubes pensando en ella. Ve como se forma su nombre junto al de su añorada, mientras ella le grita imbécil a su hermano después de haber exclamado y reclamado placer porque no hay más nada para ella de él, el resto, lo demás, lo que se sueña, es para Camila, la novia, quién como él, estudia ingeniería. De nada sirvió dejar de ser niña con él, soltar las muñecas para que él sostuviera las suyas, de niña mujer.

Y se acaba la historia con Magdalena, mayor que todos ellos, quién como esperan termina el cuadrado, tan pendiente de Eduardo, que está enamorado de Adriana, y preocupada por ella, porque la ama y Eduardo lo sabe e incluso Ernesto lo sabe. ¿Quién no lo sabe ya?, aunque la pequeña lo rechace delante de ellos, en medio de gritos y lágrimas.

Magda, como le dicen, cree que Adriana dejó de ser niña con el chico del campo de pelota y que es Ernesto quién trata de evitarlo, a veces, sin éxito. Tan equivocada pero llena de amor en su corazón que se despierta llorando en su cama y quiere ir corriendo entonces hasta la de Adriana pero se calma, piensa que no debe ser tan impulsiva.

¿Se entiende, no? Es apenas una niña, su hija.

viernes, 13 de abril de 2007

Saber leer

El brazo subía y bajaba, como una palanca. Grasiento, fuerte, sudado, el brazo del obrero movía la palanca. Manchados sus dedos, tomaba el bocado y se arregla el casco naranja. No es atractivo, no está enamorado, no está feliz. No pertenece a ningún sindicato ni tiene algún problema especial. Está casado, tiene hijos, no importa cuántos. No hará nada genial en su vida, ni tendrá excesivos obstáculos. No es alcohólico, tiene muy buena memoria. Gran bailarín, es alto. Nunca usa medias de igual colores, confunde algunos olores. Es un brazo más, allí, en la fábrica, de una ciudad, en un país de este Universo.

Ella mete las manos en su monedero buscando un papel con un teléfono. Ella es la hija de alguien importante sin serlo ella misma. Ella es elegante, bonita, educada. Tiene vicios y manías, como otras personas, que la fama se ha encargado de inflar, agrandar y hacer públicos. Su mal aliento es noticioso, un beso es primera plana y su porte nacido para la pantalla. Le gusta usar el color rojo pero lo esconde y hasta lo niega. Ella morirá, cómo nosotros, y se hablará mucho pero se llorará menos. No la conocerás nunca, ella sólo es amiga de media docena de personas, aunque lo sepas todo de ella, que es genial.

Hoy un viejito rompió un récord. Muchas mujeres perdieron la virginidad y un papá se declaró homosexual. Otro papá mató a un hijo, sin querer. Una madre parió a su quinto hijo. Un avión casi se estrella, nada malo pasó, todos llegaron a tiempo a sus compromisos. Alguien descubrió una nueva estrella, se detuvo a un ladrón. Un perrito fue adoptado por un niño y un Presidente firmó un papel equivocado. Estalla una guerra, una estrella, una bomba. Hay un falso embarazo por una fortuna, acaba una telenovela. Se imprimen cientos de libros, se colapsa el Internet, se dañan automóviles. Todo esto sucede, y sigue sucediendo, y yo, sin querer, sin poder, sin saber, olvidarte.

Hay amores maduros, y otros, podridos. Hay obsesiones y pasiones. La lujuria se apodera de muchas parejas, de algunos locos, de muchos animales. Las estrellas crean un racimo cósmico de tanta potencia imaginativa que la mente de Dios se ilumina con el rocío sideral de la imposibilidad poética de su existencia lógica. El tren desacelera su marcha, llegando a su destino, te bajas, agarras tu maleta y sabes que aún queda camino por recorrer, y estás feliz, de saber leer.

martes, 13 de marzo de 2007

Minotauro

Mientras gotas de hierro afilado manchaban su sangre rojísima a punto de estallar, su pecho de piel rasgada empujaba con fuerza hacia delante como un escudo desafiante. El Minotauro obligaba sus patas equinas a imaginar un fuete que golpeara con ahínco su orgullo de mortal, aplastando la carne contra el arma, como si su vida se extinguiera con la caída del sol y, burlándose al no tener nada qué perder, pudiese vencerla al suicidarse.

Confiada, y engañada sin saberlo, la mano brutal que empuña la daga retrocede para dar la estocada largamente saboreada, mientras su víctima ensancha el pecho con aire y resignación. La espada vuela en dirección al asesinato y el astado se quita de golpe, viendo caer la muerte de bruces a sus espaldas, humillada.

Sonríe antes de la venganza. Se queda inmóvil sabiendo que la espada girará buscando su cuello, que no escapará.

Ríe callado, olvidando el terror de saberse condenado: morir hoy, mañana o mientras duerme. Es vivir lo que te amenaza: ¿cómo saber si Dios te aplasta mañana mismo en su indiscutible voluntad? Lo metafísico llega después: enfrentar la situación de preguntarse qué hacer delante de un ser que aparecerá como un poderoso ente infinito y vivo, mientras uno sólo es un espectro fantasmal. Preguntarse como se llega a esta situación, si ya había decidido creerse todo un inmoral, y a Dios, improbable.

Rodilla sangrante y oscura, decide partir a espaldas del asesino, amparado por el inexorable viento del tiempo y el destino fugaz de la vida. El Minotauro, bien sabe que mañana morirá como Buda, con cada segundo de su vida, o como una mala hierba arrancada por la jardinera, también sabe que podría revivir como el día después de la oscura noche, no ser más que un segundo que no vuelve, esperar la esperanza de un cielo o temer un final de desintegración, podredumbre y final con telón funerario de seda púrpura.

Al final, sólo tiene, como tú, una cuenta regresiva.

jueves, 22 de febrero de 2007

Léxico

Los hay de todo tipo: gordos para los charlatanes, chiquiticos para los vendedores. Morados y con olor a guáyaba, porque los hay comunistas e incluso diplomáticos. Hay léxicos golpeados por la vida y otros prostituidos por el constante uso. Hay históricos, bibliográficos y hasta geológicos. Aburridamente técnicos e incluso folkloristas. Todos se la pasan leyendo libros y periódicos, riéndose de nosotros, nunca de ellos mismos, ni siquiera de los léxicos más raros.

Para decirte lo que siento tendría que recurrir a un léxico con pinta de libreta de anotaciones de pintor. Debería convertirla en pequeñas pastillas léxicas para tomárnoslas los dos, con un té, de esos que han pasado 7 días al sereno con una estampita de la Virgen de posavasos. Así podría crecer dentro de nosotros, salirse por nuestros oídos y asomarse por los ojos. Eso sí sería darle un uso poético al silencio omnipresente de las palabras que no se dicen, pero se sienten.

Hay léxicos que duelen, claro, y por tanto, tienen palanca de retroceso. O léxicos que sorprenden y tienen miles de posibilidades para lamentar el dolor, algunos con letras más grandes, calientes, rojizas y las groserías, que son otras pero no son lexicográficamente separadas. Son millas y libras de léxicos, e incluso malas traducciones de los mismos. Hay este léxico que no me acuerdo como se llama y/o no nunca supe su título.

Hay algo que yo te quiero decir pero no sé cómo, porque no tengo el léxico suficiente.

jueves, 15 de febrero de 2007

Ojo de Verónica

Brillaban al revés, hacia adentro. Con un eclipse lunar desde dentro hacia fuera, como un espiral o un abismo, en realidad. Creo que más bien parecían un laberinto con el Minotauro cruzando rápidamente en cada parpadeo.

Exactamente eran así. Un abismo espiral que giraba dentro de su propio eje, cavilando nerviosos mientras dormían. Soñaban claro está, y la sonrisa venía inmediata. ¿Dije ya que tenía sus dientes completos? Mucho más allá, eran blancos, imperfectos microscópicamente, por tanto, encantadores sin ninguna duda.

Ojos cerrados, sonrisa inevitable y yo. Detrás de las cortinas de oscuridad, justo en el medio de las luces de neón que entran ruidosas por las ventanas, agitándolo todo. Yo aguantaba la respiración, el loco era otro, quien no era yo precisamente. Un ser inanimado, ¿para qué engañarnos?

La luz entra perpendicular por la ventana de cuatro vidrios en la ilustración de mi libro de lectura. Aquí no es diferente por eso me maravillo; es una fantasía hecha realidad porque recuerdo, perfectamente, que tú ya estabas allí cuándo yo no te veía. Y aún así, la vida continúo como si todo fuese una gran casualidad.

De repente, yo sentado frente a tí, viendo la luna eclipsar girando hacia dentro de sí misma en un oscurísimo abismo de forma espiral, dentro de tus ojos. Con un sonrisa imperfecta que te hace persona frente a mí, sentada también.

martes, 13 de febrero de 2007

Botón secreto

Este poema empieza con una palabra rebuscada, así de simple. No ha empezado entonces. En todo caso esto sería un preludio de éste. Allí está la cuestión esta que no reconocemos. En el Este de mi cerebro. Allí está éste. El poema que no ha empezado quiero decir. Uhmmm, este… no sé ya cómo caí aquí, mejor me como esta introducción.

Pulsé el botón y todo se paralizó. Primero silencio. Solté un grito loco, siempre es distinto. Ya podía hacer todo lo que cada muchacho desearía hacer cuando todos están dormidos, ciegos, paralizados como en la mejor fantasía infantil. Era un martes, aburridísimo. Clases de química con la profesora Herminia. Ella estaba sentada en su escritorio mientras Isabel le preguntaba algo con una posición que provocaba los pitos de los otros muchachos. No esta vez. Herminia no lo tolera. Igual todos comentan aunque yo de verdad no entienda.

Yo me sonreía infinitamente viendo hacia todos lados, observándolos como si fuesen estatuas, como fotografías. A mi izquierda, hacia atrás, Manuel se reía con las muchachas, las conquistaba, era pequeño pero ocurrente. Fui directo hacia él para cortarle un buen mechón de su cabello castaño con una tijera que había llevado para la ocasión. Luego me dirigí hacia los libros de Luis para depositarlos en el bote de basura, así sabrá lo que se siente. El toque maestro fue muchos, muchos besos sobre el rostro, ojos y labios de Adriana, la que me dijo que no para ir al bowling un fin de semana con una amabilidad y sorpresa tan auténticas que hacia imposible odiarla, o matarla. A pesar de salir con Eduardo.

Regresé a mi puesto después de lavarme las manos, mirar a la cara a algunas muchachas a las cuales no me atrevía, darle algunos codazos en la cara a ciertos imbéciles y abrirle la blusa a la profesora. Pisé el botón y tras dos segundos sonó el timbre de salida. Muchos gritaron confundidos, uno lloró, una se quedó sin habla. Manuel se río de lo imposible de su mágico corte de cabello instantáneo, lo que bajó a todos de nuevo a la realidad.

Yo agarré mi bulto calladamente, esquivando a los más grandes que corrían hacia la puerta de madera. Desvié mi mirada como siempre de las chicas y de posibles culpabilidades. Me sentí feo e inevitablemente seguí caminando despacio pero decidido. Pensando en los exámenes de mañana, en la venganza diaria, en mi botón secreto.

miércoles, 7 de febrero de 2007

Subversivo (Ësta y ésta)

En realidad hay dos formas de escribir. Ësta y ésta. El diferencial tiene una fórmula inequívoca registrada en la literatura jurídica necesaria en la Biblioteca Nacional de tu país, claro está. En cada país es lo mismo. Dos distintas formas de caligrafía con cambios gramaticales ligerísimos pero existentes. Según sus propias costumbres, los distintos pueblos del mundo -que ya ocupan menos del 5% de la superficie de la Tierra y menos del 3% de las especies vivas del planeta- han decidido el uso de su idioma oficial en el par de variantes determinadas por el consenso internacional (del cual no existe registro ni nombre oficial) en las formas más inusitadas pero auténticas. Por ejemplo, en la Unión de Reinos ex islámicos del Noreste, se escribe distinto según sea de día o de noche. En los remotos países del Océano Caribeño Glaciar todo depende del mes en que se esté ubicado, y no podemos obviar la Gran Colomby-A, allí hay total libertad de usar ambas formas hasta los 35 años cuándo se debe decidir y registrar en el R-Estado Totalista cuál forma de escribir se usará desde entonces. Por supuesto, esta misiva está escrita de forma clandestina usando una subversiva forma de dialecto. Lo hacemos para confundir, nada más.

*Extraído de la Enciclopedia Mundial “El otro que no vino”, recopilada por Jorge Luis Borges. Original en sueco, lengua muerta universal, y traducida imaginaríamente por Jeanfreddy Gutiérrez.

martes, 6 de febrero de 2007

Pirámide Azteca

Existe una civilización, que es la mía y también es la tuya. Su cuna es de marfil, de ébano, de cristal de sábila y de luz de sol. Tiene bosques mitológicos, llenos de ríos, brillantes, miradas a lo lejos y sombras sembradas a la orilla de los árboles. Altísimos, dejan apenas atravesar como mágicas ventanas, pequeñísimas motas de polvo que flotan hacia todos lados. Son microscópicas burbujas rosadas, esas que vemos al voltear bruscamente en un día encendido y que realmente son oxígeno, el aire que respiramos. Hay historia alrededor de tus besos, de esos ricos besos que me llenan con sus labios, tu lengua traviesa, tus dientes blancos, tu abrazo sobre mi cuello.

Cuando era pequeño solía tenerle miedo a los manglares. O a lo que yo creía que se llamaban así. Había una playa a la que yo siempre iba dónde había una especie de árbol acuático muy raro. Lo extraño es que aún siendo de madera, nacía desde la orilla de la playa y sus hojas eran nenúfares que bailaban con el ir y venir del oleaje. Todos se sentaban allí, se hacían fotografías invitándome pero yo tenía miedo. Nunca me ha gustado el roce de lo áspero sobre mi piel, huyo despavorido del dolor físico, de lo incómodo, de lo que traspasa lo meramente mental instalándome con pruebas fehacientes en un mundo dónde existe esa superficie molesta donde me tengo que sentar tan sólo porque me llaman.

De allí hasta acá ha pasado demasiado tiempo. Yo lo revivo como un documental como si cayese desde una altura de 33 pisos a toda velocidad, a punto de morir. Nace ella y naces tú, incesantemente, como en un torbellino de casualidades burlonas. Muere aquella y nacen mil. Disparan un misil y todas caen sobre mí. Mi vida está hecha de mujeres, entrelazadas una sobre otra, como una cadena. Y yo no sé qué hacer con todas, con tantas y tan poquitas. No hay una poesía donde quepan todas. Son como pequeños bloques de madera, constituyendo una pirámide azteca. Y desde la cúspide, veo mi civilización, y sus bosques.

domingo, 4 de febrero de 2007

Cónico

Este edificio tenía la forma de una espiral cónica. Era como un sorbete de helado, incluso en su color blanco mantecado. Se levantaba por casi 1500 manos extendidas y estaba rodeado de una escalera metálica de caracol pintada de rojo que entraba y salía desde su base hasta poco antes de su cima. Allí estaba rematada con una punta perfecta: puntiaguda, elevada, rectísima. Al ver desde lejos este nuevo edificio parecía estar lleno de hormiguitas que entraban y salían, recorriendo las escalinatas que lo rodeaban, apareciendo y desapareciendo mientras recorrían la estructura como un inmenso enjambre de abejas. Hacía allá caminaba yo en ese momento.

Fui directamente al primer piso, dónde estaba el bar. Allí conocí a Fabiana, una chica de más allá del Sur. Cabello rizado y rubio, facciones fuertes, ojos café no tan brillantes. Muy alta y delgada. No me gustó. Ella preguntó con un halago disfrazado de sorpresa si estaba solo, insistió en saber porqué y preguntó si me gustaría más tarde dejar de estarlo. Yo que prefiero la soledad del que sabe esperar acepté la invitación como quien vive el sueño de una segunda oportunidad, sólo para saber, para vivir, para tener el poder de tener el sí y el no, el universo en la palma de la mano que se bifurca para siempre en decisiones inconmensurables y aleatorias. Quise tener un control que ni imaginamos.

Quise vivir lo que desprecié en aquella ciudad del Nor-Norte, cuando una isleña del país de Lon hizo lo mismo y yo no supe qué hacer exactamente. No era como ahora. Demasiado insistente a veces.

Me fui volando en un águila de pergamino, soñando ser como Rimbaud. A mi edad ya es inútil encerrarme en un laboratorio, leer lo que no he leído, viajar a las cuatro esquinas del mundo. Sólo me queda mi Piano de Letras con el cual destruir todo lo logrado hasta ahora. Acabar con mi inteligencia y dejarme llevar por deliciosas arpías a lechos, rosas y placeres inusitados, sólo por las apariencias, los perfumes y las telas.