martes, 28 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - VII

Nota: El Confesionario... fue escrito por mí hace casi 12 años, cuándo rondaba los 18. Por tanto, son versos rebeldes, llenos de rabia e inmadurez, con serias dudas existenciales y curiosidad espiritual mal alimentado, aún así, son testimonio de un camino, tómenlo así.

No creo en la familia.
No creo en mis padres.
Los hijos no creen en sus padres.

Mi padre tiene razón en tantas cosas,
Como en las que esta terriblemente equivocado,
Al igual que en un espejo, admiro los detalles que muy bien están,
Y noto con atención, los que están inversos,
los que debo tener al revés.

Aunque en supraterrenal preexistencia
debí seleccionar quien me procreara,
y aunque bien sabido es,
que son los justos que debo tener.
Lidiando con los aspectos que me harían estallar,
Sé que algo no anda bien. No creo en los padres.

El antiquísimo autor de la obra familiar, no debió estar tan loco,
Ni tan ebrio, ni siquiera tan equivocado.
Pero el montaje en escena es defectuoso,
los directores no han sido sino un grupo de charlatanes,
de improvisados y ociosos intelectualoides.
Androides que creen tener ideas,
Pinochos que nunca llegan a humanos,
marionetas con problemas existenciales.

Los papeles fueron mal dados, y como en la Guerra del Ajedrez,
El rey se mueve muy poco, y es poco eficaz,
aunque aún así sigue siendo el más importante,
los pequeños peones son sacrificados en el campo,
y algunos pocos logran realizarse,
llegando a ser grandes torres o jinetes,
alguno hasta logrará el Poder de la deseada Reina,
del Mundo de los Dos Colores.

Aquel monarca desdichado para las estrategias lo ordena todo,
sin embargo, en su defecto, no habría cabida de tal juego,
eso es, ¿juego de la vida, acaso? ¿es la vida un ¡juego!?.

Nunca dictan las reglas de éste.

Por petición unánime y desesperada,
explico donde queda la escuela para padres:
Allí donde les molestaba el grito, la injusticia,
la palabra que faltó, la incomprensión,
En la promesa que en tu hogar eso no pasaría,
En que no fallará esa madre que no existió,
En que no se irá de casa el padre.
En que se amarán.

Queridos hijos de la Tierra:

Es su deber no creer en sus padres, refutar lo que dicen,
Desear y añorar en sueños juveniles cambiar el mundo,
De nuevo, si es necesario, claro está.

Pues, han sido ustedes quienes han volcado este verdiazul hogar planetario, quienes han provocado la palabra Historia, quienes han desechado, por la inconformidad de los hijos, por la sociedad, por los valores de los padres, el ambiente que les rodea.

Es que hemos evolucionado,
es que ya no somos lo que éramos antes,
No pregono la felicidad gracias al progreso,
Y admito los grandes errores humanos,
Ya Cristo murió en la Cruz.

Asesinemos entonces, los fósiles de nuestra sociedad,
Pues así, cumpliremos con la profecía,
Y sea bueno o malo, actuaremos por la evolución del Mundo,
Cambiaremos.

Aunque crucifiquemos otra vez a nuestro nuevo Mesías.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Un poemita para ti IV - Poetisa

Hay dos formas de enamorarse
De cualquier mujer y de una poetisa

La que le duele la muñeca, y el alma, de escribir y soñar, tantas veces,
te arrulla y te araña con su femineidad espiritual, espirituosa,
Seduciéndote con la mirada perdida en tus ojos,
en las estrellas, en el universo creado

Por eso te admira, se regaña, insegura en tus fortalezas,
Indómita en su refugio, se admira, te regaña

Cansado el camino de tanto ser pisado, se abandona a tu suerte,
Y tú, sabio de malas rachas, de batallas perdidas,
Aprendes más a ser como éste, y como ella,
Siendo mucho menos como eras tú,
Ahora como son ambos, juntos

Y se hacen uno, camino y tú, tu nombre y el de ella,
Como pasos, vasos, besos, versos,
Se crean, se transforman
Sellan, atan, fusionan
Sin versos, sólo hay besos, ardientes pero moribundos
Terminan enfriándose como las monedas,
Relucientes objetos un momento
Inútiles estorbos metálicos
El resto del tiempo

Yo me enamoré de una poetisa,
Que no lo he dicho todavía,
Que versa y que besa,
Formidablemente

sábado, 11 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - VI

¿Creo en el amor?
Y no hablo de la irrefutable e inagotable energía.
Que todo lo posee. Que todo lo crea y en que todo está.

Hablo del amor salpicado, del amor seductor y engañoso,
El que besa y acaricia sin ninguna misericordia, ese que duele,
Que traiciona, el que mata y hace asesinar.

Amo con un amor que dura para siempre en el instante en que existe,
Amo para siempre segundo a segundo, en un eterno presente de cariño,
No hay nada de malo en ello, pues entrego mis ilusiones completas,
Toda mi devoción, pues suelo aburrirme y en otro par de piernas,
Fácilmente fijar mi atención, y quise ser libre y no tenerte.

A nadie.

Aunque mis manos y mis hombros están llenos de ti,
Tu perfume me invade dondequiera, en inimaginables rincones,
Allí se encuentra, como serpiente pendenciera acechando,
Esperando que des la espalda para sonar su insensato cascabel.

Yo odio los recuerdos, y no fabrico ningún tipo de alfombra con ellos,
Donde me pueda tender en molestias, en amarguras, en lo que pudo haber pasado.

Pero es que no puedo olvidarte, incesantemente y sin desearlo,
Pienso en ti, me obsesiono y es para mi mente, mi arte, mi creación.
No es el cumplir de pensarte, es la obligación involuntaria,
Y divina, de hacerlo. Tu imagen aparece ante mí,
En inconsciente invocación.

Afortunadamente, te extraño,
A cada momento mucho más, siendo más desesperante,
Cada vez que respiro, no hacerlo a tu lado.

Pero no creo en amores ni promesas, osadas, atrevidas,
Como panteras en busca de inocentes y débiles presas.

Mi día a día es de entrega, de enseñarte lo mejor,
De temor de perderte, que tu horizonte ya no se dibuje a mi lado.
Que pudieses voltear tu rostro en busca de algo más.
Temo esto porque yo mismo he creado estos miedos,
Yo mismo los he cumplido, yo he prometido y hecho llorar.

He sido despiadado, con látigos de desprecio e ingratitud,
Incomprensión por elevadas polémicas, por imposibles charlas.
Y he abandonado, dejado y echado a un lado,
Luego de haberme entregado de espíritu en mis hazañas.

Mis amores son de arte, esculturas perfeccionadas,
Pinturas majestuosas, que tienen toda mi pasión,
Pero siempre pueden ser mejores, y las admiro diariamente,
Como a las flores y las hago arder con mis rayos de Rey Sol,
Cuando dejan de emocionarme.

He maldecido al amor, y profanado su nombre por frustración,
Pero no puedo evitar amar por siempre, amar y amar,
Sin restricciones, sin inhibiciones, sin traumas,
Amar amando,
Y desear complacer, satisfacer,
Amar más, y que el solo hecho me haga feliz.

miércoles, 8 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - V

Lluvia recién caída, restos llenos de neblina y tristeza,
de vapores que se levantan, como fantasmas insatisfechos,
atmosférica frialdad, donde la humedad penetra en sí misma.

Antes de la tormenta, todo es apacible, como antes de una catástrofe,
Un silencio mínimo, que perdura en el tiempo y tarda sólo un segundo.
El momento sublime antes de una explosión, un aguantar de lagrimas,
Un sonrojo de Natura, un capricho de Malvados Dioses Estratosféricos.

El torrente celestial durante la tormenta, cascada invisible,
Azota acariciando, casi seduciendo los terrenos, las planicies,
Las praderas de nuestros ojos, arrastrándolo todo, limpiándolo.

Y pareciese por siempre, el llorar de las nubes y
El deshacerse del Universo,
E imposible imaginar,
Que el Aguador fuese a detener su labor.

Y no hay luz alguna, ni durante la suave llovizna,
Que nos hiciese pensar en el fin de tan feroz animal de montaña,
Que se desliza sobre estas, rasguñándolas con poderosas garras,
Derramándose hasta los valles.

El Mundo se acaba en cada lluvia que cae.

Y su pesadumbre huele a soledad, a desesperanza:
A vida en dos colores. A quejumbroso final.

Y es que tan negras se ven esas nubes,
tan poderosas las lanzas de Júpiter,
Aquellas estruendosas gacelas resplandecientes,
Que zumbando estrepitosamente parecen agrietar El Cielo.
Como preparando la venida de los 4 nunca esperados Jinetes.

Llorar con la lluvia es lo único se me ocurre,
o sentarme a meditar, en su lugar.

Añoro pues, la húmeda ansiedad, la depresión compañera,
Tu lejanía de entonces, la sordera de mis gritos, lo inútil de aquello.
Y corro, sudando lluvia, explorando el frío y el temor,
Para encontrarte bajo las sombras de todas las lunas de agua.
Y justo allí, estampar sobre tu boscosa voz, en tu aliento de avellanas,
Un recuerdo y un beso, una lagrima, algo que no sea lluvia.

Después de la tormenta, ya todo es nostalgia,
Olvidado el naufragio, el naufrago pierde toda su esencia,
Ensimismado, dentro de un vacío abismal.
Cuestionándose la existencia, su naturaleza derivada,
Su romance inmortal.

Y se reencuentra, volcándose hacia sí mismo,
Haciendo el Universo girar en torno a él,
Salvándose.

Lluvia, Señora mía, deva de mis poemas delirantes,
Fuente eterna de inspiración divina, cósmica, celestial,
Eres tú quien conoces el goteo sobre mis mejillas,
La confesión bajo tu ruidosa caída, mi rabia contenida,
Gritada bajo tus cortinas, eres quien pues, sabe del alma mía.

Allá en suaves y recónditos rincones de mis viajes,
Permaneces escondida, esperando la sagrada invocación,
Esa invitación de licores, de festejos, de una nueva emoción.

Llegas sin aviso, destruyes sin permiso,
Vienes y te vas, tan efímera y constante,
Eres moribunda y frágil, como la vida, como las flores,
Perpetua y predecible, como la existencia, como las semillas.

Pertenezco a tu reino de inocuidad, tú Duquesa de la Frialdad,
Reflejas las emociones humanas, fornidas armaduras de puro metal,
Con cuerpos vacuos, de aires hondos que habitan en tu interior.

Te adoro frente al sol, asustando su luz,
Deprimes hasta al aire, y envejeces el paisaje,
Pintor Rechazado que no sabe sino usar el azul, el negro y los grises.

Eres un lago azul volteado boca abajo,
Vomitándose a sí mismo, pues.

domingo, 5 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - IV

La muerte puede ser tan sensual...
tal toma de posesión de la nada sobre mis cenizas,
deja en mi alma una extraña mezcla de deseo y estupor.

Ojalá estén ustedes allí para verme morir,
Ojalá algunos de ustedes muriesen también con mi reloj,
Cuando la cadavérica presencia engañándose junto al tiempo
pretenda llevarme, no sé a cual posible lugar, ni en que momento,
Del que ya, yo no pueda regresar.

No existe el cielo, ni existe el infierno,
¿Acaso me llevará al vacío, al Nirvana?
¿O me mirará directamente, tratando de intimidarme, engañarme?,
¿Desilusionada partirá, vencida, haciéndome inmortal,
por mi descreimiento absoluto, por mi nihilismo asqueroso y total?

Cuanto menos te importa la vida, más cerca estás de no morir nunca.
Sería divertido, y hasta fantasioso ver la muerte con cierta alegría.

Así lo hago yo, ¿por qué mis amores, apreciados amigos de la vida,
No pueden disfrutar, justo como lo hago yo, de tan importante paso?,

Del final de un torcido boulevard, al paseo de la existencia eterna,
Una espiral, un molino, un torbellino, una curva cerrada de nunca acabar,
un asomo y aviso de la verdadera vida.

Acostado al lado del silencio, jugueteo con Ella, temo su hora,
Pasado, presente y futuro inexistentes, ilusión dibujada en minuteros.

Eres invierno de los sentidos, cese del pensamiento,
Resguardo de la ínfima emoción, bruja del miedo,
Inevitablemente creo poemas otoñales inscritos sobre tus ropajes.

Decadentes e inconclusas frases de hojas amarillentas,
Cortezas mutiladas por un viento que olvidó como cantar en soprano,
Ríen los demonios ante la llegada del invierno, estúpidos inconscientes,
No reconocen la Rueca del Destino, las 4 estaciones,
el Resurgir de una próxima e indetenible Primavera,
la noche tras el día que muere incesante, sin suerte ni casualidad,
sin calamidad, pura y absoluta Ley.

Trata entonces, de encontrarla, búscala sin misericordia.
Reconocerla esta fuera de ti. Existirás hasta que ella te recuerde, mientras tanto,
Descansa en paz, querida.

viernes, 3 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - III

No es más que Oscuridad,
Oscuridad Mística es lo que hay dentro de mí,
De mis eternos anillos, que resuenan entre mis dedos.

Al alba, ya soy maligno, y mi sangre hierve, congelando mi
Duro y negro corazón repentino, viajero y emotivo.

Son las vestiduras de mis aves, las que guardando silencio,
Prefieren simular que han muerto, como un valle sin río.

Y olvido la bondad, ya no hay nada que perder, como soga al cuello,
la personalidad es lava ardiente, y su trazado de pluma salvaje, de genio loco, trastoca la ilusión, y caigo en mis propios trucos, en mi propia trampa de seducción, de hipnosis colectiva, de tratar de no ser visto y mirar.

Para entonces, ya muchas historias se han contado acerca de mí e
Invoco las energías y un esoterismo secreto, un ritual de magia.
El olor de la soledad es muy gris ya, sobre todo en esta hora,
Donde nos sumimos en un mar, y en la orilla nos encontramos, de nuevo,
Todos, pero ajenos unos de otros.
No existe ya una tercera mano que abrace nuestra otra vista,
Nuestro otro ojo...

Y abrazamos, buscándola.

Me reconcilio con mi naturaleza escondida,
Y es otra cosa, detrás de las pesadas y húmedas cortinas,
Mi sentir oscuro, lágrimas de rocío, desdicha eterna y temporal
Durante la época de la Luna, en la Era de La Noche,
Es mi flor nocturna la que vuela, encerrándose en sus pétalos.

Lirios blancos, amarillos jacintos, flotando sobre claras aguas,
Se deshacen, se caen sus espinas,
y simplemente deseo una mujer boca abajo,
Muerta sobre el lago, sangre brotando desde su boca, mientras yace
Pálida sobre la tumba acuosa, queriendo ser vista, festejada.

Confesionario de un poeta triste - II

Desayuné con odio, mezclado con un poco de ambición,
Así comencé un nuevo día, un pedazo de torta de amargura
Acompaña una infusión de hierbas salvadoras, concentradas,
En no sé qué proyecto interesante de proyección espacial.

Duermo muy poco, y las semillas del poder parecen suficientes
Para alimentarme en aquellas mañanas llenas de arte en que...
Es ansiedad lo que siento, ganas de ser transformado
En la arena, en una escultura, en un collage de emoción,
En el pensamiento de un niño, asesorado por un anciano,
Que sabe de mí, pero no lo recuerda muy bien, o no lo recuerdo yo.

Me acostaría con todas las emociones, con entusiasmo de engañarlas.
Les haría el amor de la mejor manera, sin permitirles sospechar,
sin que ni siquiera lo piensen.

No sobraría nada, todo serian excesos y más excesos con ellas
¿Acaso algo falta en mi poesía, que les haría llorar y reír,
sin parar, sin aprisionarme, sin exigirme más?

jueves, 2 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - I

I

Porque la filosofía es...
me prohíbo ver los incendios mortuorios del sol,
los crepúsculos, negados aún, vuelan emigrando,
pues tormentas invernales de mi cosmos resignado,
frotan como a sutil manzana, con ocio, con deseo perverso,
su suave piel, mi camino en venganza de la maldad irracional.

Es deber mío, pues, cerrar mis ojos alternando.
Soñar con olas en los más insólitos momentos de meditación
Prepararme para cobijarlos sin piedad, para cometer masacres
De pasión, horror con hijos, temores casados y divorciados de Dios

Y es menester de las auras nocturnas, de devas desconocidas,
El seducirme, el engañarme, y volcar mi mente en frascos virtuales,
Pues cuando ya casi, veo la luz, y olvido mi sed de sangre
Los ojos de Aurora, abriendo la ventana del Olimpo, se asoman
Cuando ya casi veo el amanecer, los dorados e incendiarios cabellos
Explotan en mi cabeza, los siento apoderarse de mí.
Un orgasmo de belleza infinita, el sueño me vence,
Y las celdas de mis pestañas me desvanecen la vista,
Y me duermo, sin ver el amanecer.
Porque la filosofía es...

miércoles, 1 de agosto de 2007

Un poemita para ti III - Me presento

Esta bien, vamos a jugar a que no nos queremos,
Ni nos poseemos, ni sabemos, quizás ni nos conocemos.
¡Hey! No es una fantasía erótica, no me quiero disfrazar de nada.

Es que yo quiero que sepas que yo si soy poeta –o lo sueño-.
Es para que sonrías, para que te unas a mi ejército de protegidos.
Para que luego ni me grites ni me mires de soslayo, molesta,
quiero que sepas que vivo de vino, de libros, e inspirado,
en tus caderas, en tu ombligo, que aún no conozco.

Perseguido por pensamientos de muerte y recuerdos de mis amigos.
Jugando a la ruleta rusa con la psicología de los demás.
Volcán de celos, de duelos, de ensañamientos.
Jugador compulsivo de tus besos.
Corrector, colector de versos.
Viejito chiquitico.
Niño sexual.
Necio.

Ahora te toca a ti. Dime que no me quieres…