jueves, 2 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - I

I

Porque la filosofía es...
me prohíbo ver los incendios mortuorios del sol,
los crepúsculos, negados aún, vuelan emigrando,
pues tormentas invernales de mi cosmos resignado,
frotan como a sutil manzana, con ocio, con deseo perverso,
su suave piel, mi camino en venganza de la maldad irracional.

Es deber mío, pues, cerrar mis ojos alternando.
Soñar con olas en los más insólitos momentos de meditación
Prepararme para cobijarlos sin piedad, para cometer masacres
De pasión, horror con hijos, temores casados y divorciados de Dios

Y es menester de las auras nocturnas, de devas desconocidas,
El seducirme, el engañarme, y volcar mi mente en frascos virtuales,
Pues cuando ya casi, veo la luz, y olvido mi sed de sangre
Los ojos de Aurora, abriendo la ventana del Olimpo, se asoman
Cuando ya casi veo el amanecer, los dorados e incendiarios cabellos
Explotan en mi cabeza, los siento apoderarse de mí.
Un orgasmo de belleza infinita, el sueño me vence,
Y las celdas de mis pestañas me desvanecen la vista,
Y me duermo, sin ver el amanecer.
Porque la filosofía es...

No hay comentarios: