viernes, 3 de agosto de 2007

Confesionario de un poeta triste - II

Desayuné con odio, mezclado con un poco de ambición,
Así comencé un nuevo día, un pedazo de torta de amargura
Acompaña una infusión de hierbas salvadoras, concentradas,
En no sé qué proyecto interesante de proyección espacial.

Duermo muy poco, y las semillas del poder parecen suficientes
Para alimentarme en aquellas mañanas llenas de arte en que...
Es ansiedad lo que siento, ganas de ser transformado
En la arena, en una escultura, en un collage de emoción,
En el pensamiento de un niño, asesorado por un anciano,
Que sabe de mí, pero no lo recuerda muy bien, o no lo recuerdo yo.

Me acostaría con todas las emociones, con entusiasmo de engañarlas.
Les haría el amor de la mejor manera, sin permitirles sospechar,
sin que ni siquiera lo piensen.

No sobraría nada, todo serian excesos y más excesos con ellas
¿Acaso algo falta en mi poesía, que les haría llorar y reír,
sin parar, sin aprisionarme, sin exigirme más?

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