Crimen sin víctima
¿Cómo se puede escribir con todos estos ruidos sordos alrededor del centro de mi universo? Yo, que juré que moriría bañado en mi tinta, he aprendido a ser pulpo para resolverme un montón de problemas, construyendo millones de autopistas para entenderme, para llegar hasta dónde ahora mismo estoy. El castigo es la poesía.
Por eso, lo que no sé aún es sumergirme dentro de mi cerebro cuándo todos me están mirando. Cuándo la boca de la amante, extasiada quiere volver a alcanzar tu erección y tú ya te distraes con cualquier punto en la pared.
¿Será quizás que la poesía se agota en la miseria de la cotidianeidad? ¿Será verdad que el día a día, oxida, retracta, dobla? ¿Si se sufre, porqué no es tan fácil ahora desbordarse etílicamente en figuras de todos colores, en olores inmortales, en dolores imponentes?
La pantalla del televisor: gritando. Y es imposible saber si alguien la ve, la observa, la entiende. Por eso mejor traigan samba, mariachi, salsa. Tambores de todas las islas, y un montón de otras cosas que suenen de todas formas. Llévate de mí este mundo, que tan callado está, con sus insoportables formas de hablar.
Hay innumerables cosas indeseables y peligrosas, grotescas y comunes, aburridamente personales que no podría contarte, increíblemente, quién se desnuda en adverbios, amante de las palabras largas, de los idiomas que no habla, desprecio de las culturas desconocidas. De nada serviría, no nos interesan. A menos que quieras escucharme para esperar el mejor momento para un beso.
¿Me saldrá un verso de esta forma? Llevo hasta aquí casi dos docenas de líneas, y lleno de vacíos, de lucecitas oscuras, de lógica femenina e inteligencia militar, tengo que decir, me rindo. Esta noche no hay poesía, lo que hay es desconcierto.
¿Quién no hay tenido días así en su vida?
Fuiste tú mi accidente afortunado, con quién quise jugar al amor libre, la apuesta segura. Te engañé, enamorándome, actuando con toda la naturalidad del experimentado amante, nervioso, inquieto. Yo no te vi venir, y tú abriste las piernas sonriendo, sin saber lo que –aún- estabas haciendo.
Quise borrarte de mis líneas, siendo pluma y papel, libro largamente deseado. Lo hice todo por ti, cosas que por nadie más, y te golpeé de formas que no lo haría ni con el traidor de mi padre. Y tú, que tan sólo fuiste todo lo que poderosamente eres, sirena de fuego, aurora secreta, nieve morena, eterno amor, me atrapaste en tu trampa involuntaria.
Por que siempre fuiste apenas un oxímoron.
¿Quién no ha tenido una vida así, a través de sus días?
Por eso, lo que no sé aún es sumergirme dentro de mi cerebro cuándo todos me están mirando. Cuándo la boca de la amante, extasiada quiere volver a alcanzar tu erección y tú ya te distraes con cualquier punto en la pared.
¿Será quizás que la poesía se agota en la miseria de la cotidianeidad? ¿Será verdad que el día a día, oxida, retracta, dobla? ¿Si se sufre, porqué no es tan fácil ahora desbordarse etílicamente en figuras de todos colores, en olores inmortales, en dolores imponentes?
La pantalla del televisor: gritando. Y es imposible saber si alguien la ve, la observa, la entiende. Por eso mejor traigan samba, mariachi, salsa. Tambores de todas las islas, y un montón de otras cosas que suenen de todas formas. Llévate de mí este mundo, que tan callado está, con sus insoportables formas de hablar.
Hay innumerables cosas indeseables y peligrosas, grotescas y comunes, aburridamente personales que no podría contarte, increíblemente, quién se desnuda en adverbios, amante de las palabras largas, de los idiomas que no habla, desprecio de las culturas desconocidas. De nada serviría, no nos interesan. A menos que quieras escucharme para esperar el mejor momento para un beso.
¿Me saldrá un verso de esta forma? Llevo hasta aquí casi dos docenas de líneas, y lleno de vacíos, de lucecitas oscuras, de lógica femenina e inteligencia militar, tengo que decir, me rindo. Esta noche no hay poesía, lo que hay es desconcierto.
¿Quién no hay tenido días así en su vida?
Fuiste tú mi accidente afortunado, con quién quise jugar al amor libre, la apuesta segura. Te engañé, enamorándome, actuando con toda la naturalidad del experimentado amante, nervioso, inquieto. Yo no te vi venir, y tú abriste las piernas sonriendo, sin saber lo que –aún- estabas haciendo.
Quise borrarte de mis líneas, siendo pluma y papel, libro largamente deseado. Lo hice todo por ti, cosas que por nadie más, y te golpeé de formas que no lo haría ni con el traidor de mi padre. Y tú, que tan sólo fuiste todo lo que poderosamente eres, sirena de fuego, aurora secreta, nieve morena, eterno amor, me atrapaste en tu trampa involuntaria.
Por que siempre fuiste apenas un oxímoron.
¿Quién no ha tenido una vida así, a través de sus días?
No hay comentarios:
Publicar un comentario