martes, 2 de junio de 2009

Para Nina

Este sábado, cuando me escribiste, recordé que nunca te había escrito yo un poema a ti
A pesar que eres un amor eterno, que siempre estará en mi corazón y yo en el tuyo.
Me diste una noticia gigantesca, maravillosa, un reto tan hermoso, que me cambió la vida.
De nuevo el amor eterno.

Hermanita, gracias por estar allí, siempre. A pesar de mí, de ti, porque ser hermanos es un reto.
Seguramente tú me clavaste un puñal en la vida pasada o yo no fui el más amable, y por eso nos han puesto juntos.
Romper las cadenas del pasado para llenarnos de búrbujas de querer,
Te amo, mi hermanita Nina, no más ahora sino con un extra, como una pizza de corazón.

Porque el amor eterno está allí, cerquita y a mí la vida me ha llenado de mujeres así:
Mireya, Joelita y tú, mi Nina. Tres amores grandiosos, tres mujeres eternas y tres damitas.
Una madre infinita, una sobrina brillante y una hermana poderosa.

Eres una heroína, fuerte, brava, ruda. Y como nunca, te pongo la medalla de mi admiración,
pido disculpas por verlo todo desde mi punto de vista y te aplaudo por tu valentía,
busca tus sueños, no hagas caso y brinca el abismo aunque te dé miedo,
porque tú no te quedas atrás, tú no te dejas, ¡a ti nadie va a venir a embromarte!

Pero también un cofre de diamantes de ternura, de solidaridad cariñosa, de inteligencia fuerte.
Un abrazo lindo, una tocadita de oreja y un aviso de advertencia: siempre estaré aquí.
Te quiero mucho, mi Ninita.

sábado, 23 de mayo de 2009

Una otra vez

¿Te quitarías la ropa para mí,
te despojarías de todo frente a mis ojos?

Te diré exactamente cómo lo quiero y cuándo lo deseo.
Cuándo te quitarás los pudores, los miedos,
incluso la fantasía y los buenos recuerdos.
Talvez eso requiere desenterrar algunas cosas, matar otras.

Tú sabes, vivir la vida, el día a día, esas cosas horribles que odian los niños cuando crecen.

Date la vuelta, dame la espalda, ladea un poco la cara,
pon tus ojos en soslayo, imagina lo que hago, miro, pienso.
Deja que tu cabello cubra tu espalda, tus senos, tus manos sobre tus caderas aún vestidas.

Es mi boca, tranquila, sólo se acerca. Te voy a besar...

Baja con tus manos, envuélvete toda en ti misma, dejándote servida como deliciosa fruta...
Deja que mi lengua y dedos recorran la geografía inflamable de tus rincones,
que te provoquen, en silencio mío y gemidos tuyos, que te provoquen.

Mis manos recorren las vías que intentan ocultar infructosa y deliciosamente tus cabellos,
pero que se desborda en mis manos, toda tu sensualidad divina y voluptuosa.

Bienvenida, aquí está el paraíso, servido en el abismo de la cama,
mostrándote como hembra enarcedida, incendiaria, explosiva, amazónica.
Lo cabalgas con la fuerza del río, la presión solar, el manglar violento, el enredo del aire,
fuego y tierra, elementos brutales, brilla tu carne de transpiración gozosa,
entra y sale el aire de mis pulmones, mi carne de tu amplia belleza y tus gritos ahogados.

Y te vas, y te irás, y me voy, y me iré.
Como el río, como el aire y como el fuego.
Cambiantes como la tierra que una vez pisamos,
y nos llevamos en los pies, para seguir nuestro camino otra vez.

Primero hay que conseguirse... como si nada.

martes, 19 de mayo de 2009

No para ti

Hoy quiero escribir, algo que no es para ti.
Página en blanco que reta mi condición de humano escritor.
De imperfecto ser, con esa espada afilada pero no siempre acertada.
Que puede cortar una cabeza, o salvar una dama, hasta matar un dragón.

Epale, poesía. ¿Cómo me le va?

Yo voy a tu encuentro, aunque huyas de mí. Aunque ya no esté triste, puedo escribir.
Juro de la paz, o de la alegría o de la sanación, también hay inspiración.

Podemos ensayar un cuento: "Hay un niño, y dos pistolas. Dos madres también. Una herida, otra natural. La biología no alcanza para explicar que la adopción no es lo mismo que el rapto".

Ya ves, hay literatura e imaginación. Hay una mente veloz al despertar, que piensa sin querer en ti, buscando alternativas para que tú vengas, te salves y yo te diga, vas bien. Nos vemos en mil años. Así escribo de pirámides, de tríos, de númerotes y de camarotes, pero nada que tenga que ver contigo. O de ti, o de un nosotros invisible.

No sé si de la rabia, la indignación hayan nacido demasiados (buenos) libros. Yo creo en aquél decálogo de Nazoa, que recuerda que el escritor no es quien montado en su caballo descabritado, escribe lo que le pasa. Sino que luego, calmado, recuerda todo lo que sintió. ¿O sería Horacio Quiroga quién lo dijo? Parece más razonable.

Yo como con hambre, bebo con sed y trato de no aguantar las ganas de ir al baño. Lo leí también en un libro de psicología en el liceo. Sabes que soy un hombre que recuerda frases específicas. Y tú no has medido lo dicho, peor aún, no has medido lo que no dijiste. Los instintos no se reprimen, se posponen, pero luego se dejan fluir.

Para mí, es un impulso atávico el escribir. Vaya atrevimiento darme ese honor suprazoológico. Vine a escribir. No sé los demás. Y a conocer y reconocer a otros, y a mí en ellos. Y tú, estás allí, metida en un hueco, cómodo y relajado, pero que al final, no es más que una cárcel de lujo. Y no me reconozco en ti y quién sabe qué diablos piensas tú.

Vamos a ensayar un verso:

Llegan a diario tus palabritas, pegaditas, como hormigas.
Llenas de dulce, de inteligencia y alegría en la sorpresa.
Pero además, un alma que no cabe en la pantallita,
y de verdad me sorprende, parece que tampoco en tu estatura.
Joelita, escribe, lee, escribe, lee, escribe y escribe.
Yo te leo, te quiero, te ayudo, te leo, te leo y te escribo.

¿Viste? Ya se acabó lo que había para ti.

domingo, 10 de mayo de 2009

Karma Sutra

La pregunta odiosa, mil veces repetidas,
buscando un hilito de oro en el suelo que me lleve fuera,
que me salve, me saque, me expele del terrible infierno,
donde creo que me han arrancado los ojos y el corazón
hundido en el altar del sacrificio humano

En la celda, el amanecer, el rayito de sol sobre el cráneo
revela que allí están, enteritos, mis órganos extrañados,
mi respiración palpitante, mis ganas completas, mi angustia intacta
el espíritu nunca me abandonó

No necesito preguntarte nada, ni escuchar piratas,
-"uno da lo que recibe y luego recibe lo que da"-
sólo levantar las manos, apreciar la pistola frente al pecho,
dejarme vaciar los bolsillos y con rabia aceptar que fuiste el elegido.

Ladrón que roba ladrón, apenas te regalaré 100 días de perdón.
Desde el último beso, hasta el próximo, hasta la puerta que cruzas o cierras.
Pero no te doy la bienvenida, ni la tiro en tu rostro que debe estar sonriendo.
Yo estaré en la celda, viendo hacia el cielo, en la posición del loto,
sacando alas para salir por la ventana, a toda velocidad.

La pistola, la mía, con la que lo hice mil veces también, abandonada.
Mis razones son tan nebulosas como las tuyas, la misma rabia,
la misma torpeza, el mismo karma, de no saber y no entender.
Allá se quedó, ya no la usaré más, pondré ahora la otra mejilla,
con la sonrisa del sabio que sabe que todo pasa para mejor.

//////

Soñándote como hembra, deseándote como una tierna delicia,
para el placer desenfrenado, para las palabras obscenas,
los gemidos alegres y la sonrisa cómplice del orgasmo constante,
y los besos que descubren distintos perfumes, para cada parte de tu divina carne.

Manos que corren salvajes en las sabanas de un cuerpo indómito,
fiereza de Amazona rebelde, que toma y devora, que come gustosamente.
Expandida con piernas infinitas, penetrada con pasión y un susurro dominante,
desnudáme a voluntad y ordena a mi espada vencerte como te subyuga, vencida por dentro.

Como agua, bañándote los senos como frutas, arrancándote el calor impaciente,
secuestrándote la ropa y los gritos incontrolables,
con mi lengua que te reconoce entera, que comparte lo que tu boca disfruta,
y explora hasta el infinito tu incendio interno,

Hasta que divina y explosiva,
te baño de mí.

Sólo para empezar...

sábado, 9 de mayo de 2009

Pirata

Hoy, al despertar y dormir, leo Rayuela,
ayer era otra cosa distinta,
fue pertenecer a una raza inmortal,
ahora extinta por la crueldad.

Hoy, mi desayuno y cena es Rayuela,
ayer, fue otra cosa, mucho más simple,
era la inevitable alegría, y la tranquila calma,
fue la paz y la confianza, la sonrisa.

Ayer fue el miedo del primer beso y la seguridad de la piel canela,
el vino, la cerveza, los versos pagados con lágrimas,
hoy apenas queda el desespero del silencio y la impaciencia estrepitosa,
el laberinto insondable, el misterio inescrutable.

La confusión temible de despertar en un lugar totalmente distinto,
y no saber cómo el destino me llevó a donde yo no elegí ir.
Y queda un mapa, trazado, marcado y varias veces revisado,
para entender dónde me perdí, cómo erré el destinado tesoro.

Llega un pirata, de barba rala, asqueroso pero conocedor de los mares,
y me lo escupe, se ríe y cuando me ve inconsolable, tendido en la arena,
me regala su bárbaro conocimiento.

Por allí no ibas a llegar, ese mapa se parece al original, pero es falso.

Te lo cambiaron, un día cualquiera, y por eso te has destrozado,
chocado con rocas, hundido en abismos y perdido en la noche lluviosa.
Quien lo cambió, guardó cómplice silencio, pensando que después de la tormenta,
tú sobrevivirías, fuerte, cansado pero con el sol de frente,
que la soledad te haría mejor y que sus manos, no te harían falta.

Si vas a salir a buscar tesoro, búscate un pirata, no un esclavo.

jueves, 30 de abril de 2009

Fuego

Estando lejos, hay cosas difíciles de transmitir. A kilómetros de distancia, nacen ganas de escribir una carta apresurada o decidir sin demasiada cavilación un regreso inesperado. Bajo una tormenta de nieve, se aprende a controlar el cuerpo mediante el Yoga y eliminar la desesperante sensación de frío. Para eso, el templo biológico debe obedecer a su habitante y adaptarse para sobrevivir, e incluso hacer ejercicios espirituales. Desarrollar una fortaleza que permita ser dueño de tu destino.

Pulmones, hígado, arterias, hormonas. Todo orquestado según su director para combatir enfermedades, desarrollar músculos, modificar la temperatura. Si afuera hay frío, calentarse. Lo dijo el gurú: yo soy un maestro porque cuando como, como y cuando duermo, duermo. Un presente perfecto, imperturbado por lo emocional, lo físico y con lo espiritual como gran eje de poder y control. Un universo que gira alrededor de tus decisiones y de aceptación paciente: lo que ha de ser, será y estará bien.

El lama siente culpa. Porque se fue, porque no se quedó luchando, porque abandonó. Siente que pudo tomar otras decisiones: pelear, luchar, insistir. Evitar que uno de sus mejores amigos se alejara del budismo y pidiera reingresar al Ejército, ahora Rojo, más sanguinario y violento. Aunque su país no lo hubiese querido, lo repudiara, aunque la sociedad se acobardara y lo abandonara, él quería ser ejemplo y líder, y que con él su mundo se volviese mejor.

Hay dolor en la carta que ha leído. No sólo se han olvidado de él y le han dicho que es mejor que no esté. Algunos se alegran: aquí no haces falta. Unos se han unido a quienes lo persiguen y repudian: menos mal que no estás, tú decidiste irte en vez de unirte. Ni siquiera le han dado tiempo de meditarlo, de entenderlo y hasta se han burlado. Estando allá no sabía que secretamente ya conspiraban contra él y en su lugar, sintieron que él era el traidor, el dañino, el que no se enteraba que había llegado una Revolución que acomodaría las cosas, ahora sí, después de tantos años de deuda social y decaimiento espiritual. Ahora si serían mejores las cosas.

El respeto y admiración que tanto despertó por ser un gran conocedor del Buda, del Zen, de sus habilidades psíquicas, no borraban el quehacer político y la ideología. Quienes no estén de acuerdo, que se vayan. Quien alguna vez fue su amigo del colegio, ahora participaba en la destrucción de templos y quemas de sagradas escrituras. Ya tú no estás aquí, le ha escrito.

Ellos siguieron, continuaron. Él se fue obligado, expulsado, perseguido. Quedarse lo arriesgaba a la muerte, antes de poder realizar un cambio en el nuevo Estado Chino, en salvar al Tibet, en ser lo que durante siglos de teocracia habían alcanzado como sociedad, única, independiente y libre. En volver a estar en paz y continuar lo que la tradición había estipulado. Ahora, en el exilio, como el Dalai Lama, quedaba la construcción de un Tibet espiritual, que habita en cada uno y que no reside ya más en un espacio geográfico específico sino en un ideario superior.

Hoy no hay bastonazos, no está el maestro, sólo su recuerdo. Sólo se posee la esperanza de saber que en algún momento volverá, o que el Universo lo tomará para otra misión y será nombrado su sucesor. Ese que algún día podría ser él mismo. Mientras tanto, el segundo infinitesimal.

Entenderse a sí mismo, porqué se fue, porqué no hizo, porqué no inmolarse. La intuición de una misión superior y distinta, de continuación y el elegir bien sus batallas. Los de atrás, decidieron permanecer en el conformismo básico y primitivo, en la cobardía de no tomar control de sus vidas y en idolatrar fantasías improbables que se llevarán más muertos y destrucción que utopias comunistas de felicidad nacional.

Y él en su camino, cada vez más conciente. Con una alegría sin estridencias, una risa sin carcajadas, un optimismo observado, un actitud positiva sin engaños. Prendió el incienso pero no apagó el fósforo, al que se quedó mirando, viéndole consumirse por la pasión pero irremediablemente falleciendo, tan sólo apenas quemando la punta de sus dedos. Y él, incólume ante el fuego abrasador que no logra hacerle daño, pero si reducir a cenizas las cartas, los insultos y el pasado.

El fuego, que ha destruido sus templos y disparado cañones, también sirve para despertar aromas de paz y dejar atrás todo vestigio, y señal de un presente, que ni le pertenece ni lo mueve. Sabrá China y sus chinos lo que desean, piensa y el Tibet siempre se guardará en la retina y las neuronas, residenciado para siempre en el alma de los suyos. Finalmente, él abraza su destino, más allá de unas fronteras y de un país, y de un planeta.

viernes, 24 de abril de 2009

Aceptación

Como el contrato del cielo y el infierno, esta es la leyenda del tigre y el dragón - Expendición al Khlamahama - IKV

La disciplina en el monasterio es dura. El maestro implacable pero preocupado. Durante la hora de meditación, se pasea con una barra de bambú para golpear en la espalda a aquellos que se distraen durante la experiencia. Aquietar la mente, detener ese saltarín monito que se va a todos lados para enfocarlo a voluntad en un meñique, una frase o una figura para que delante de la mente, se muestre en esencia y espíritu, requiere de un poder mental y concentración inmensos.

El lama chino, lejos de casa, ha recibido una carta. Es una respuesta. Él guardaba la esperanza de que en su tierra, ya muchos hubiesen olvidado su cara, su existencia, sus creencias. Volver y recuperar la vida donde había estado. Le contaban cosas nuevas. La vida no se paralizó ni su tierra fue la misma. Incluso todos parecen haber olvidado lo que él hacía, lo que decía, lo que pensaba. Una nueva realidad ha suplantado a la vieja y ya todos reaccionan de forma distinta. No lo han esperado.

¡Zas! primer golpe. El maestro no habla, sólo golpea. Enfócate en la lección de hoy.

Hay un poco más, aunque preguntó mucho, no hay suficiente. Las letritas pintadas sobre el papel enrollado le parecieron poca cosa comparada con el olor del pan, el tacto del bebé, la voz del amigo. Lo pequeñísimo se hace inmenso en la nostalgia. No, no lo han olvidado quienes él quisiera, mientras los demás han continuado. No puede volver, y ellos le dicen que no lo haga, que continúe. Que ha tomado una nueva vida y debe aceptarlo. Los que le dijeron que se olvidara de eso, pueden flaquear y decirle, ven, ya veremos, te extrañamos, pero no lo han hecho. Al escribir, todos podemos ser más fuertes.

El Dalai Lama es considerado un terrorista. China ha enfrentado con rudeza las protestas de los grupos minoritarios y en Tibet continúa un estado de persecusión. Volver significaría realizar una lucha de resistencia, de riesgos o simplemente olvidar todo lo que hizo los últimos años, y transformarse en alguien que no es para estar con los suyos. ¿Cuánto tiempo podría usar un disfraz para escapar de sí mismo, de hundirse en el hedonismo perdedor y en la conformidad rabiosa pero silente? Eso preguntaba su maestro al recordarles que antes vivían así, creyendo que la realidad era lo que percibian sus sentidos.

¡Yik! Golpe con grito, es una lección conjunta. Nadie debe moverse. El bambú no se parte, se endurece, como las espaldas rectas. Si pasa algo afuera, la calma permanece dentro.

El elegió su camino. Es un lama. Entiende que la paciencia, además, requiere junto a la esperanza y la constancia, que todo lo bueno vendrá, la aceptación. Que las cosas mejores a veces son invisibles en apariencia pero que él mismo será más grande, más cerca de la Iluminación, más sabio, más sosegado y controlado cuando eso llegue. Algo que en este momento no puede entender, y debe vivir feliz del eterno presente, del segundo infinito y de lo único que existe: el ahora. Y le parecerá bueno, beneficioso y hasta gracioso, no demasiado. Asumiendo la vida con la tranquilidad del que conoce que todo tiene un destino perfecto, aunque misterioso, pero que se revela o deja de importar tanto, por prioridades superiores. Llora ahora por lo que luego no recordarás.

¡Zas! Tercer golpe. Es hora de la lectura. El lama chino, único en su grupo, debe leerla.

La diferencia entre querer y necesitar. El deseo y la escasez. Lo que se aspira y lo que no se tiene. Lo que realmente añora tu alma y aquello que simplemente deseas en este instante. De nuevo, la paciencia y la aceptación. La constancia y finalmente, controlar la mente y corazón. En China, él es un perseguido, aquí, un elegido.

Está allí, en el monasterio, con un millón de otros lugares donde estar. Comprometido, con él mismo. Con un paso más en su propio camino personal de su universo particular. Con un maestro, que anuncia ya su partida, y que lo aceptó en su regazo después de duras pruebas místicas y psicológicas. Y sus compañeros igualmente solitarios pero con un destino común, que lo han recibido.

Desde mañana, empiezan los preparativos para la próxima venida del maestro, trabajando para estar más preparados, recibir menos bastonazos y ser elegido sucesor, con la seguridad, siempre, de saber que algo increíble le espera.

viernes, 17 de abril de 2009

Paciencia

"Una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra" - Mi guitarra y vos, Jorge Drexler

Ante la luz de la lámpara, el maestro acercó su rostro al del alumno, que asombrado, perplejo, sintiéndose que no estaba listo, abrió el corazón para recibir aquel torrente de luz. La ciencia de la paz, le dijo, apelando a ese secretismo zen en que la interpretación del mensaje es la clave desentrañada por medio de largas contemplaciones en la posición del loto. No siempre hay justicia, la verdad tiene tres caras -la tuya, la mía y la del observador externo- y al tomar decisiones, siempre es mejor la que ayude a la mayor cantidad de personas.

Eso resonó en los oídos del alumno. Qué sabio y poderoso su Maestro, mientras al mismo tiempo, la carne, el corazón, el cerebro cedían ante alguna duda, cierto pasado aún resguardado en un viejito rincón de un baúl olvidado y la insalvable cualidad de ser un imperfecto ser humano. Su cráneo afeitado, su túnica y su cuerpo, no daban señales de esa otra vida, abandonada, superada, que tuvo antes, en un pueblo lejano de China, del que huyó perseguido por sus ideas rebeldes y que le regaló un mapa distinto de la vida y la existencia, desde la indigencia hasta la riqueza, de la lujuria a la abstinencia, y toda la circunferencia cromática que nos regala la existencia terrena.

No, no hubo justicia para él, su verdad no era opuesta a la que le enseñaban sino distinta, de buscador, de insaciable, de preguntón, pero atrás quedó su familia, sus amigos y decenas de personas que le dijeron, adáptate, acéptalo, olvídate de esas cosas que no te llevarán a nada bueno. Pero es irremediable un corazón y una mente que se desenfundan, como armas del espíritu, cuando se siente ese llamado, a veces difuso y después más claro, de buscar dentro de sí mismo y encontrar algo tan cercano como arduo: conocerse a sí mismo.

Supo entonces que amaba como su madre y pensaba como su padre, que tenía un corazón de Yin y una mente de Yang. Que tenía ideas masculinas pero sentimientos femeninos. Que era inteligente pero emotivo, y al mismo tiempo podía ser frío y fantasioso. Eran juguetones sus atributos, y como su marca astrológica, debía dominarlos para sacar lo mejor de sí, una mente controlada, capaz de llevarlo a profundidades meditativas y una corazón potente, que se entrega y ama, pero que no se regala ni descontrola. Como un cuchillo afilado, que sirve para cocinar, matar, suicidarse y defenderse. Así son nuestras cualidades, encrucijadas para llevarnos al camino que vamos eligiendo.

El cuchillo que mata, no debe además matarte a tí mismo. Es una herramienta que sin ser malvada en sí misma, es también la de un cocinero y un artista marcial. Puede ser también solidario y defensivo. Puede ayudar, colaborar, dar sin esperar nada a cambio. Y puede cambiar. Allí está el oro, que hace un Buda y destruye conciencias. Allí están las monedas, que compran lujos o ayudan al necesitado. Y están los grises, las medias tintas, los usos alternos y hasta la innovación.

Y la paciencia, la ciencia de la paz, la que no se pre-ocupa sino se ocupa. La sabiduría del que sabe que todo lo que sucede es posible y pertenece a obstáculos superables para quienes los enfrentan. Nada es superior a tus propias capacidades, así que se mide el tamaño del alma con los retos que se te proponen, y tu capacidad, cuchillo bien afilado, de transformar un problema, en una oportunidad.

Así pensó el alumno mientras el Maestro recitaba el Om, les pedía controlar su respiración, indagar dentro de sí mismos y hablar con su corazón, con la mente atenta y sintonizada. Quisiera quedarse siempre con él, recibiendo su ayuda, su luz, sus palabras, pero debe también tener su propio camino el Lama chino, conseguir sus respuestas y aprender del silencio y la soledad. Un alumno elegido, para ser Maestro también.

martes, 3 de marzo de 2009

Amigos

Yo podría escribir una historia sobre tres amigos. Sobre la traición y la tradición. Sobre la desconfianza y pesimismo, la musicalidad mística y la tolerancia, la rebeldía y el dinamismo. Para eso, habría que pensar en el destino, en encuentros desde la infancia, en reencuentros tras las distancias, una y otra vez, en casa y fuera de esta, reconociendo que al haber nacido en distantes y distintos lugares, alguna mano cósmica determinó su encuentro y así mismo, su aparente separación, para retarlos en el reencuentro, los obstáculos y el perdón.

Por algo la aventura musical, la exploración mística, los viajes hacia dentro y fuera de sí mismos, de sus calles conocidas y países desconocidos. Por algo aún las diferencias y las cercanías, las traiciones y las comidas, los intentos (fallidos y exitosos) y en muchos momentos, el día a día.

Admito que el escrito tiene su pesar. Pero busca la redención. No sólo del tiempo, sino de la confianza a través de la experiencia. Del dejar atrás, errores del pasado, del amigo, del otro y de sí mismo. Y de esta forma, tampoco dormirse en pasados laureles y querer basarse simplemente en casualidades tontas, en alegrías viejas y en sonrisas prestadas.

De alguna forma, y por algo que no obedece quizás a lo que hemos conocido o podemos explicar, nos llamamos de igual manera, con el tino internacional de separarnos en lenguajes y lugares de nacimiento, pero con fechas muy próximas, con edades similares, con sueños parecidos pero, ni de lejos, idénticos.

Algo más debió unirnos en la tierna escolaridad, reencontrarnos en la difícil adolescencia y enfrascanos en una búsqueda que no asumimos igual, que unió y separó, que nos presentó en momentos difíciles y geniales, pero que jamás podrá borrar, esas casualidades y señas, esos símbolos inequivocos de que nadie tiene obstáculos y pruebas distintas a las que puede superar.

De algo tiene que servir, pedir disculpas, tender la mano, dejar atrás y reconocerse. Porque yo también tengo la tarea de perdonar, también la tarea de admitir y también la tarea de pedir perdón. O disculpas, según la visión. Pero recordar que algo, quizás más poderoso o invisible, me une a ustedes dos.

Sé que las palabras no bastan, mucho menos las buenas intenciones. Hay cosas que veces preferimos callar y otras a las que sólo hablándolas se pueden superar. Esta vez, sin deseos de inmolarme ni salir airoso con un bonito discurso, en una hermosa botella lanzada al mar, apelando a la lágrima fácil, sólo confieso la alegría -a pesar de otros sentimientos o además de estos- de haberlos conocido, de conocerlos y de siempre tenerlos en mi historia personal, en el universo compartido, en este planeta en que se nos unió en una misma ciudad, dos veces, quién sabe cuántas más.

Tres caballeros, que no deberían decirle a nadie que sus defectos son virtudes pero sabiendo que los amigos lo quieren más a uno por esas diferencias que toleramos, nos dan risa o dan el ejercicio de la comprensión. Un amigo, es uno de esos que puede echar a la hoguera si te lo preguntan en confianza, otro amigo más, pero al que defenderías hasta con rabia si alguien más viene a tratar de mancharle la imagen delante de uno. Luego ya resolvermos lo nuestro, pero para los demás, el amigo es un héroe.

Amigos, se les recuerda y piensa, y da tristeza no verlos más seguido, da alegría confesar que he vivido junto a ustedes y esperando saber que esas casualides de nombres, fechas y lugares nos tienen preparado algo que aún no vemos, que quizás ya pasó o que más pronto que tarde, conocermos.

sábado, 17 de enero de 2009

Yo me iré volando

Siento desilucionarlos, pero yo no falleceré
no hablo de no rendirme, ni doblegarme ante la adversidad
no es marketing, ni frases gastadas de consejos que no has pedido
es que yo no me voy a morir

Más que la expresión de una voluntad férrea
o la loca ilusión de poder vencer los límites que nadie ha logrado
ni vaticinar una juventud inexorable, una vejez inextingible
una eternidad viviente o el capricho de un presidente

Un día, no cualquiera, en el que ya no pueda estar aquí
porque de querer, no sé, hay días en que quisiera dejarme ir
sacaré las alas, les diré adiós y miraré al cielo
porque yo me voy a ir volando

Diséñame un cohete, lánzame como un falso satélite,
dispárame al cosmos grandote, ilimitado
veme brillar en la oscuridad de lo que no se ve
en la que vagaré, sin terminar nunca de exisitir,
no me dejes morir

Mientras tanto, te tengo a ti,
y eso, infinitas veces, hace que valga la pena vivir,
le da más sentido a estar aquí,
sublime ángel terrestre.