martes, 27 de noviembre de 2018

Yo quiero un bosque



Yo quiero un bosque. Uno en el que me pueda esconder en las pequeñitas sombras que dan los árboles cuando nadie está viendo. Mirar la textura de una hoja sin hacer ruido, ni que ella lo note. Andar de gota en gota, haciéndoles bromas a las aves. Crecer lentamente, disimulando, como el musgo. Ver a los tigres dar las buenas tardes, a los hongos discutir de política, a un mono preparándose la cena después de un largo día.
Yo quiero ser un bosque pintado. Estar en un marco elegante, en un museo con un nombre de un zombi afamado. Quiero sentir el aire acondicionado, toser cuando a todo el mundo se le olvida que está prohibido el silencio por más de 17 minutos. Mirar debajo de las faldas de las visitantes cuando se van a ver otro cuadro. Quiero colores alargados, que se estiren como si se acabaran de despertar. Sombras ocupadas, impacientes por cumplir con su agenda. Pinceladas arrogantes, que apenas nos dirijan la palabra. Quiero reírme a sus espaldas.

Quiero darte un bosque. De caramelo y paciencia, de flor y mordida, de caricia beige. Tupido, desinteresado, fuerte. Que se embriague con la lluvia y se derrita con el sol, que se vuelva lava y nieve, maldad y crías de liebre. Que descanse entre los espacios que hay entre los trozos de tierra, nitrógeno y luz, alimento de pintores. Que le die miedo nadar, pero no volar, que tenga aspiraciones y temor de no cumplirlas, que quiera viajar y ver el mundo, arrojarse a la aventura y nunca dejar morir a su niño interior. Que sea como tú.

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