Karma Sutra
La pregunta odiosa, mil veces repetidas,
buscando un hilito de oro en el suelo que me lleve fuera,
que me salve, me saque, me expele del terrible infierno,
donde creo que me han arrancado los ojos y el corazón
hundido en el altar del sacrificio humano
En la celda, el amanecer, el rayito de sol sobre el cráneo
revela que allí están, enteritos, mis órganos extrañados,
mi respiración palpitante, mis ganas completas, mi angustia intacta
el espíritu nunca me abandonó
No necesito preguntarte nada, ni escuchar piratas,
-"uno da lo que recibe y luego recibe lo que da"-
sólo levantar las manos, apreciar la pistola frente al pecho,
dejarme vaciar los bolsillos y con rabia aceptar que fuiste el elegido.
Ladrón que roba ladrón, apenas te regalaré 100 días de perdón.
Desde el último beso, hasta el próximo, hasta la puerta que cruzas o cierras.
Pero no te doy la bienvenida, ni la tiro en tu rostro que debe estar sonriendo.
Yo estaré en la celda, viendo hacia el cielo, en la posición del loto,
sacando alas para salir por la ventana, a toda velocidad.
La pistola, la mía, con la que lo hice mil veces también, abandonada.
Mis razones son tan nebulosas como las tuyas, la misma rabia,
la misma torpeza, el mismo karma, de no saber y no entender.
Allá se quedó, ya no la usaré más, pondré ahora la otra mejilla,
con la sonrisa del sabio que sabe que todo pasa para mejor.
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Soñándote como hembra, deseándote como una tierna delicia,
para el placer desenfrenado, para las palabras obscenas,
los gemidos alegres y la sonrisa cómplice del orgasmo constante,
y los besos que descubren distintos perfumes, para cada parte de tu divina carne.
Manos que corren salvajes en las sabanas de un cuerpo indómito,
fiereza de Amazona rebelde, que toma y devora, que come gustosamente.
Expandida con piernas infinitas, penetrada con pasión y un susurro dominante,
desnudáme a voluntad y ordena a mi espada vencerte como te subyuga, vencida por dentro.
Como agua, bañándote los senos como frutas, arrancándote el calor impaciente,
secuestrándote la ropa y los gritos incontrolables,
con mi lengua que te reconoce entera, que comparte lo que tu boca disfruta,
y explora hasta el infinito tu incendio interno,
Hasta que divina y explosiva,
te baño de mí.
Sólo para empezar...
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