Ya te extrañaba
Viendo tus hilos, tijeras y colores, tu mesita, tu impronta creativa, diaria, tus ruidos ausentes, ya te extrañaba. Hace años, después de confesarnos pecados, errores y sinceridades, ya te extrañaba. Era el miedo a perderte, de estar lejos, apenas imaginando que se extendieran nuestros espacios distantes por trabajo.
Lloré, sabiendo que regresarías pronto, pensando que podría pasar algo, y no pasara. Un accidente, un error mío, algo desconocido que emergiera del pasado, de los secretos, de las experiencias pasadas de corazones rotos porque el otro se desenamoró.
Un día, muy lejos de ti, lejísimo, lo más lejos que hemos estado, entendí. Lo mismo que intuí en la selva, o en el bosque arrasado por mineros, tan lejos de ti por culpa del peligro. No quiero estar lejos y tú allá, sólo esperándome, paralizada. Y por eso estás creciendo hacia adentro, para no esperarme sino para volar, correr y andar juntos, con miradas distintas y comiendo del plato del otro, como dijiste, tomados de la mano pero con nuestros universos particulares.
Te extrañaba, antes de saberte lejos, porque me estoy preparando. Ahora yo soy y seré el hogar, lo diario y lo cotidiano, el paciente, la espera y la mujer del pescador. Tú, campeona del mundo, de ti y de tus sueños. Me gusta, porque sabré estar y ser, sabré esperar sin paralizarme y me admiraré con tus ojos galácticos, de nuevo, que hayan visto tanto y vengan a besarme, ser besados y escucharte, mil veces, oír y contarte, lo pequeño, lo grande y lo nuevo, aderezarlo de lo viejo, lo nuestro, lo cultivado.
Ahora te extraño más, porque ya te extrañaba, pero estoy y soy, celebrando cuando somos, estamos.