miércoles, 25 de julio de 2007

Un poemita para ti II - Cancionero

Giro mis ojos, tratando de calmar las manos, nerviosas,
parar las ganas que tengo de quedarme callado,
y que tú tampoco digas más nada,
Y mis manos te encuentren,
Extasiada en el silencio,
De nuestros besos.

Mujer, déjame tocarte, poco a poco,
Las tonadas que del corazón me brotan como letras,
Déjame llenarte de la alegría que me regalas, sonrisa de niña.
Encontrarme perdido en tus ojos claros,
Alegres, ligeritos de carga pero llenitos,
de buenas noticias para mí.

Esto que ya parece un tango, una serenata,
es apenas un mínimo esbozo, un dibujito en la arena,
torpeza de la literatura, -mucho más mía- que no tenga adverbios,
para poder decirlo todo, y me quedo, mudo, expectante,
Queriéndote decir te quiero.

domingo, 22 de julio de 2007

Hasta luego, amigo

¿Y a dónde nos vamos los dos?
¿A dónde quiero ir con voz/vos?
A cantar una canción que diga,
Hasta luego, amigo.

miércoles, 18 de julio de 2007

Un poemita para ti

Yo ya no me quiero ir,
nada de decir adiós,
ni cerrar la puerta,
ni estar dónde tú no estés.

Como soy tan malo para decir hola,
y tú lo haces todo muy bien, prefiero decirte: me quedo.
Enamorado de tu sonrisa, diré: he llegado y no me moveré.
Quieto, callado, casi ilegal, pero definitivamente, feliz.

¡Qué va!
Aquí no viene ninguna sorpresa ni rareza,
No es un sueño, ni estoy muerto, ni hay otras interpretaciones.
Aquí está un pequeño poemita, para ti.
Una declaración de necedad: no me importa, ya soy tuyo.

Envuelto en esos abrazos tan llenos de besos,
con tus ojos tan llenos de destellos,
tus cabellos envueltos en mis dedos,
me acurruco allí, donde tanto me gusta,
el cuenco divino de tu cuello.

martes, 10 de julio de 2007

Error de estilo

Amar a alguien igual que tú es un error. De estilo, de rumbo. Hasta de rumba.

Tú te pesas, te miras al espejo, juras no hacerlo más: cambiarás tu universo de nuevo el lunes. Prometes sin miedo y te dices: ¡basta ya!, por enésima vez te crees capaz. Como un eco escucharás que tu amante te dice: vente a la cama, prende un cigarro, apenas es domingo. Yo mañana empiezo contigo.

Tú, aburrido, cansado y mendigo, arropado por gélido frío. Tímido y fantasioso, con ganas de comerte al mundo, sino no te diera miedo, y fastidio. Pasivo, dormido, tranquilo. Congelado por el huracán invisible de tu par conformista, que ni grita ni inventa. Así estamos mejor, te remata y bosteza.

Tú amas, te ama, se aman y a sus fantasmas. No temen decir en el cine, comiendo, mirando tranquilos: mira qué bella, mira qué fuerte. Elevan a dioses y sirenas sus fantasías, comparten sus juegos que les dan risa. Siempre hay quién tienta, piensan posesivos y celosos, siendo incapaces de dejar al alcance del otro la agenda.

Para cara roto hay un descocido, dicen las viejitas. Los extremos se tocan, dicen los poetas.

No hacemos caso: el exagerado y la submarinista. El guerrillero, la espía. Se junta un cobarde con una boca floja. Se casan dos cansados amantes, hartos de segundas vidas. Me enamoro yo de ti, lava ardiente, un hombre que no tiene nada de nieve.

Esclavos y adictos de la aes, las tildes, las comas, el arte de amarte; les damos a las palabras formas de nubes deformes. Gramática y sintaxis, una pareja que engaña, envuelve, destroza. Soldados de punto y coma. Sordos de rápidos dedos. Gente de suposiciones, chismes, inconformes informaciones, medias verdades, que recojen frases que no son para sí. Quienes recuerdan con grabadora lo que les dicen los otros, y lo clavan como espada, al olvidarlo el autor. Personas que todo lo dicen, y nada hacen fuera de eso. Escriben mientras otros viven.

Y con escribir, creíste enmendar lo que hiciste.

Todo un error, que derrumba.

Pasará la resaca, recogerán los escombros.
Seguiré mi camino, juraré no volverte a ver.

sábado, 7 de julio de 2007

Así lo soñé (así lo escribí)

Siempre sucede lo mismo. La situación se repite una y otra vez. Cada vez que tu alma elige una nueva vida, otro destino, un cuerpo renovado, padres, karmas, nombre. Tú, luego de años de supervivencia emocional y psíquica, te reencuentras con la hermana mejor de un gran amigo de la infancia.

Ella que era tan sólo una niña, ahora es una mujer y mucho más. Te ve con ojos de amor inmaduro, de fantasía prohibida, de “qué bonito” que esto sea tan triste. Un hembra en las inconfundibles vibraciones de sus escondrijos mentales. Sin querer nos volvimos a ver, en una de esas visitas obligadas de la familia, y ella muy amablemente sacó unas sillas para que nos sentáramos a hablar.

Al mismo tiempo tímida, insegura, con sus largos cabellos bien peinados, sencilla, como si fuese pequeñita toda la vida y tú no te quedaras viéndole las hermosas tetas ni pidieras agua para verla parada, esplendorosa pero con ganas de sudar de placer, hablábamos sonriendo, divertidos por la casualidad, felices de este comienzo tan inesperado.

Lo soñé tan vívidamente que no tuve tiempo de deprimirme porque un amor así de cósmico, imposible y ensoñado, sucediese efectivamente en mis sábanas pero en la soledad de mi cuerpo, aislado sobre mi cama en la inconsciencia de la alucinación inconsciente.

Difuminada en su blanco vestido, confundida con la limpieza de las paredes de su casa, ella parecía ser menos carnal que otras personas, brillando de pureza, cualquiera que ésta fuese. Durante nuestra conversación evitaba verme directamente así como distraerse, sonriendo y diciéndome con los ojos, sus ganas de un pequeño beso, alegre por que la vida nos fuese tan bondadosa, queriendo escuchar el porqué mis padres se divorciaron y contarme el porqué los suyos.

La intenté besar entonces, y ladeó su rostro –también tímidamente, muy humilde-, molestándome por mi desesperación y torpeza de solitario, pero ella sonrío y dijo: hablemos.

Con todas las fotografías que guardó para que no me perdiese –si es que efectivamente yo era quién ella esperaba, su Mesías en el reino de su amor-, su vida, su adolescencia, su evolución, me enseñó también la foto de Juan Carlos, su hermano, para que la recordase plenamente en ese mínimo instante que nos vimos en una visita a su casa. Nombre y apellidos: Josny Parra. Allí la vi con Su cabello castaño y lentes de pasta, siempre sonriendo y diciendo: estaba sola.

Y no me importó no recordarla, porque mi sueño fue tan real que cuándo pregunté por Juan Carlos –que si lo recuerdo en mi vida lúcida y real-, no entendí sus palabras y pedí que me repitiera, de nuevo me perdí lo que dijo y no insistí más. Me interesó sólo el hecho –mental por supuesto- de encontrar el momento perfecto para tomar su blanquísima cara y encontrar una forma de unir –como hasta ahora había sido imposible- nuestros labios.

Y ahora si lo fue. Un pequeñísimo beso que ella me dio, con su boca cerradita, rosada y cercana. Un beso para luego despertar sin saber más de ella.

Así lo escribí.

Crimen sin víctima

¿Cómo se puede escribir con todos estos ruidos sordos alrededor del centro de mi universo? Yo, que juré que moriría bañado en mi tinta, he aprendido a ser pulpo para resolverme un montón de problemas, construyendo millones de autopistas para entenderme, para llegar hasta dónde ahora mismo estoy. El castigo es la poesía.

Por eso, lo que no sé aún es sumergirme dentro de mi cerebro cuándo todos me están mirando. Cuándo la boca de la amante, extasiada quiere volver a alcanzar tu erección y tú ya te distraes con cualquier punto en la pared.

¿Será quizás que la poesía se agota en la miseria de la cotidianeidad? ¿Será verdad que el día a día, oxida, retracta, dobla? ¿Si se sufre, porqué no es tan fácil ahora desbordarse etílicamente en figuras de todos colores, en olores inmortales, en dolores imponentes?

La pantalla del televisor: gritando. Y es imposible saber si alguien la ve, la observa, la entiende. Por eso mejor traigan samba, mariachi, salsa. Tambores de todas las islas, y un montón de otras cosas que suenen de todas formas. Llévate de mí este mundo, que tan callado está, con sus insoportables formas de hablar.

Hay innumerables cosas indeseables y peligrosas, grotescas y comunes, aburridamente personales que no podría contarte, increíblemente, quién se desnuda en adverbios, amante de las palabras largas, de los idiomas que no habla, desprecio de las culturas desconocidas. De nada serviría, no nos interesan. A menos que quieras escucharme para esperar el mejor momento para un beso.

¿Me saldrá un verso de esta forma? Llevo hasta aquí casi dos docenas de líneas, y lleno de vacíos, de lucecitas oscuras, de lógica femenina e inteligencia militar, tengo que decir, me rindo. Esta noche no hay poesía, lo que hay es desconcierto.

¿Quién no hay tenido días así en su vida?

Fuiste tú mi accidente afortunado, con quién quise jugar al amor libre, la apuesta segura. Te engañé, enamorándome, actuando con toda la naturalidad del experimentado amante, nervioso, inquieto. Yo no te vi venir, y tú abriste las piernas sonriendo, sin saber lo que –aún- estabas haciendo.

Quise borrarte de mis líneas, siendo pluma y papel, libro largamente deseado. Lo hice todo por ti, cosas que por nadie más, y te golpeé de formas que no lo haría ni con el traidor de mi padre. Y tú, que tan sólo fuiste todo lo que poderosamente eres, sirena de fuego, aurora secreta, nieve morena, eterno amor, me atrapaste en tu trampa involuntaria.

Por que siempre fuiste apenas un oxímoron.

¿Quién no ha tenido una vida así, a través de sus días?

viernes, 6 de julio de 2007

La peor parte (para mis amigos)

Debo admitir que la peor parte de morir es perder a los amigos. Yo, quien he pensado en lo cercana que puede ser la muerte de cualquiera de nosotros y de quienes amamos, me he imaginado fuera de mi cuerpo, viendo mi ataúd descender a las oscuridades de la sepultura, y junto a ustedes alargar mi cara hasta derramarme sobre los charcos que la lluvia ha formado y que no logra que ni uno de ustedes se mueva.

En mi funeral, mis amigos, imagino canciones, dibujos, poemas. Yo quiero un montón de guitarras sonando pero no canciones tristes. No quiero escuchar versos lamentando que no haya vivido más. Quiero verme dibujado como siempre, sonriendo, ebrio, hablando a gritos.

Quiero que me lancen sus discos, sus libros, sus logros. Díganme que la vida los llevo por caminos inesperados, desesperados, pedregosos e insanos, que se divirtieron, que se fueron y vivieron, que tomaron aviones, barcos, trenes, autobuses, caminos terribles, bicicletas rotas. Que fracasaron y triunfaron, que se tomaron la vida con todo su sabor, aprendiendo primeros auxilios para lágrimas, reconstrucción de almas, invisibilidad y telepatía.

Cuéntenles de mí a sus hijos e hijas, esos que estudian en la Universidad, a los que nunca más vieron, a los del divorcio, a los que se quedaron con ganas de amar más, a los que trabajan junto a ustedes. Saluden de mi parte a sus novios, novias, esposas, esposos, amantes, parejas escondidas, compañeros de celda, de hospital, de trabajo. Saluden a sus alumnos, y sus empleados, a los colegas y a los extranjeros.

¿Qué cosa puede ser el traspasar el umbral de esta vida que conocemos?¿Qué otra existencia nos persigue hora a hora, minuto y segundo, negándonos la inmortalidad humana?¿Hacia dónde batirán mis alas, navegarán mis escamas, correrán mis patas cuándo atraviese las puertas que se abren tras cerrar mis ojos, tantas noches practicado en sueños, sino hacia la oscuridad eterna, una nueva vida, el Nirvana, los paraísos celestiales, algún purgatorio criminal o el punzante infierno?

Como no lo puedo responder, sin tener que degollarme la mirada y ahogarme los sueños, y difícilmente me creo a mí mismo como un posible fantasma y además, con capacidad para volver, prefiero seguir sirviendo las copas, haciendo los chistes y escribiendo sobre sus vidas y lo que la mía implica. Escribir, escribir y escribir, más de lo que hasta ahora he hecho, para que ustedes se queden –ahora- con la mejor parte: vivir, vivir, vivir y déjenme a mí tranquilo, morir desangrado en letras.

En el río Ganges (la boca del diablo)

En el río Ganges me soñé bañándome, lavándome en sus aguas.

Testimonios recogidos en todo el mundo hablan del sabor de los besos del diablo. Sin metáforas necesarias ni sexualidad sugerente, estos besos no son vicios o pecados, festines de comida y licor ni bellísimas vampiresas. Un ósculo demoníaco no es tampoco alguna alucinación abrasiva con terribles consecuencias para la mente. Un beso del diablo es, cómo ya se ha explicado entonces, la boca de Satanás depositada por breves segundos sobre tus labios. Y su sabor, la del pan recién horneado.

Yo una vez soñé con esa caricia infernal, despertándome al día siguiente con un marcado sabor a vino sagrado en mi boca. Era un gusto extraño como culposo y mágico al mismo tiempo. Un enigma que jamás pude descifrar totalmente. Tan divino y prohibido como haber tocado con la punta de los dedos la espalda de la mujer ajena, quién temblando desnuda a tu lado, te recuerda que te debes ir, antes que llegue él.

Tu boca, celestial, está muy lejos de eso que yo sentí. Aunque tu cuello me huela a pan. Aunque con ese libro que nunca leíste, de Neruda, me hayas obsequiado al mismo tiempo tu cuerpo. Yo, una rosa, una manzana, una carta y un secreto, escondidos entre mis sábanas, que ese día no tocamos por falta de tiempo, por culpa de tener universos desencontrados y despedidas reservadas.

Ninguna de ella podía ser mía, porque yo debía decir adiós. Debía probar los besos del diablo.

lunes, 2 de julio de 2007

No te quiero, porque me quieres (Quien quiero no me quiere)

Ella lo ama, está segura. Quiere amarlo, está cansada de su virginidad. Está cansada de no ser dueña de un cuerpo ajeno, y tampoco serlo completamente de aquél con que nació. Siempre ha dicho que no, que no y mil veces no, a tantas promesas, ganas y deseos, y sus noches son tan largas como sus dedos, oscuridad con labios entrelazados entre si mismos, suspirando, añorando un amor profundo y explosivo. Tanto que sería vulgar contar lo que hace secretamente. Un amor que la llene de alegría, en el corazón y todo lo demás.

A Eduardo le gusta muchísima su vecina. Ella tiene apenas 15 años, y él, 18. Parece que no está bien, le han dicho algunos. A ella, Adriana, le gusta el hermano mayor de él, Ernesto. El más grande se ha aprovechado de eso, y lo que el menor cree que está mal ya son talones que se encuentran en decenas de ángulos -como besándose también- en su propia cama, cuándo se va a jugar béisbol.

Dejando su bate a su lado, Eduardo se tiende sobre el campo, después del entrenamiento y ve las nubes pensando en ella. Ve como se forma su nombre junto al de su añorada, mientras ella le grita imbécil a su hermano después de haber exclamado y reclamado placer porque no hay más nada para ella de él, el resto, lo demás, lo que se sueña, es para Camila, la novia, quién como él, estudia ingeniería. De nada sirvió dejar de ser niña con él, soltar las muñecas para que él sostuviera las suyas, de niña mujer.

Y se acaba la historia con Magdalena, mayor que todos ellos, quién como esperan termina el cuadrado, tan pendiente de Eduardo, que está enamorado de Adriana, y preocupada por ella, porque la ama y Eduardo lo sabe e incluso Ernesto lo sabe. ¿Quién no lo sabe ya?, aunque la pequeña lo rechace delante de ellos, en medio de gritos y lágrimas.

Magda, como le dicen, cree que Adriana dejó de ser niña con el chico del campo de pelota y que es Ernesto quién trata de evitarlo, a veces, sin éxito. Tan equivocada pero llena de amor en su corazón que se despierta llorando en su cama y quiere ir corriendo entonces hasta la de Adriana pero se calma, piensa que no debe ser tan impulsiva.

¿Se entiende, no? Es apenas una niña, su hija.